—Su relación con Eivissa viene de lejos...
—Veraneo en Eivissa desde los trece años y estoy completamente hecho a la Isla, es un lugar muy cercano a mí. He conocido todas las Eivissa habidas y por haber, porque hay muchas, y tengo en ella muy buenos amigos.
—¿Por qué se decantó por el formato de relato?
—Siempre he escrito relatos. No es una decisión consciente que haya tomado. El relato me permite cosas que no encuentras en la novela, como la inmediatez con el lector. También te permite una intensidad que no tiene la novela. Es verdad que sólo de pensar en escribir una novela me daba como pereza, pero he aprendido que escribir un buen relato puede ser igual de laborioso.
—En su libro, muchos de sus protagonistas son adolescentes o jóvenes. ¿Quiso aprovechar narrativamente el pontencial transformadora que esas épocas tienen para las personas?
—Creo que sí. He ordenado los relatos en tres partes: adolescencia, juventud y una edad adulta en torno a los cuarenta años. Algunos lectores me dicen que los primeros relatos son los más duros del libro, los más implacables. Creo que es porque en la adolescencia uno lo vive todo de una manera muy intensa. Abandona la infancia y lo vive como si le fuera la vida en ello. Pero luego vemos cómo la vida te transforma y cómo procesamos esas vivencias para convertirnos en las personas que somos. Vivimos la juventud y la edad adulta según cómo hayamos digerido nuestra adolescencia.
—¿De ahí el título?
—Exacto. Al pensar en esa estructura vi que había una continuidad, aunque los relatos no han sido escritos en el orden el que han sido publicados.
—En el mundo de las letras ha tocado casi todos los palos.
—Siempre me ha gustado contar historias, incluso más allá de escribirlas. Escribo para comunicarme, para estar en contacto con el lector. Escribir no tiene sentido si no existe esa función social de estar en contacto con la sociedad, con lo que te rodea. Y ese mundo es tan amplio... Incluso mi trabajo como editor es otro modo de contar historias, en este caso publicando a otros autores.
—¿Conociendo como conoce el mundo editorial, cuánto cree que queda de gesto romántico en el hecho de publicar un libro?
—Soy escritor por gusto y porque me encanta, pero mi ocupación es la de editor y esta parte me ha hecho matizar, que no eliminar, esa idea romántica. Al final, esto es un negocio y hay que vender libros, con el objetivo de dar a conocer a los autores entre los lectores. Hay una parte romántica asociada al arte y debe ser así, pero eso no debe hacernos olvidar que cualquier proyecto editorial tiene una parte de negocio muy importante.
—¿Papel o electrónico?
—En mi caso, papel. Tengo mi libro electrónico, pero está metido en un cajón. Ese mundo está ahí pero tengo claro que a quienes nos gusta el papel podremos seguir usándolo mucho tiempo. En la editorial para la que trabajo también sacamos todas las novedades en formato electrónico, es un hecho.
—¿Tiene una novela en mente?
—No. Tengo la suerte de haber publicado mi primer libro en una editorial dedicada a los relatos y ya me han hecho saber que están interesados en un nuevo volumen. Escribir relatos no es un paso para escribir novelas, porque tienen suficiente fuerza e interés por sí mismos. De hecho, el último Nobel de Literatura ha sido para Alice Munro, una cuentista.
—¿Ese galardón puede ser un empujón para el género?
—Creo que puede ser un disparador. Es un premio que he vivido con mucha emoción. Primero, porque es una mujer, y, luego, porque es una cuentista. Su maestría en el mundo de los relatos es tal que le tenían que dar un premio como este y el galardón supone que el género del relato está aquí y que no tiene que envidiar nada en absoluto a los otros géneros. Sí, es un gran espaldarazo.
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