Existe una extraña conexión en el Eivissa Jazz entre el pianista gallego Abe Rábade y el viento. Puedo dar fe del hecho de que siempre, en los ensayos previos de la Eivissa Jazz Experience (la agrupación que lidera cada año en Dalt Vila), advierte a los músicos de que vigilen el poder de Eolo. Pero no hay manera. Es subirse al escenario y empezar a soplar. Aunque en esta ocasión, la ventolera estuvo a punto de provocar un serio disgusto entre el respetable.
La Eivissa Jazz Experience había abandonado ya el escenario y todo estaba dispuesto para que el cuarteto del percusionista indio Trilok Gurtu iniciara su concierto. El músico se sentó, parapetado tras un arsenal de artilugios de percusión (batería, tablas, platillos e incluso un recipiente metálico lleno de agua), y todo el mundo pudo notar como se le torcía el gesto. La banda arrancó con Monk-E-Desh, pero Gurtu gesticulaba incómodo. Finalizado el primer tema, el público se temió lo peor. «Hace un viento de puta madre, no es un concierto de puta madre», dijo en castellano. «Así, no puedo tocar las tablas», añadió. Un gran 'oh' de decepción se elevó desde la platea. De repente, Gurtu se levantó se giró hacia la bahía de Vila desde las alturas del baluarte de Santa Llúcia y gritó: «¡Stop!». Y algo debe tener este hombre con las alturas, porque el viento, si bien no cesó, si bajó de repente su intensidad. Gurtu acarició las tablas y con una media sonrisa (entre la esperanza y la preocupación) soltó lo que todo el mundo esperaba: «Lo intentaré». Como si atendiera a las enseñanzas del maestro Jedi Yoda («no lo intentes, hazlo»), Gurtu lo hizo, se sobrepuso al constante zumbido que arrojaban los micrófonos debido al viento e incluso a la caída de alguna plataforma de platillos (todo se está cayendo, pero seguiremos tocando», bromeó) para ofrecer un concierto que realmente hizo las delicias de un público entregado desde las primeras notas.

Fusión setentera
El cuarteto, integrado junto a Gurtu por Andy Suzuky (saxos, flauta y teclados y de quien dijo el percusionista que si le pusieran una campanas en las piernas además bailaría), Johann Berby (bajo eléctrico) y quien se convirtió en el segundo protagonista del concierto, el italiano Carlo Cantini (violín, teclado y melódica), dio rienda suelta a una serie prácticamente ininterrumpida de piezas, todas ellas de Gurtu. Yuragath Paga, Bridges, Nine Horses, Maya, Etnosur, Seven Brings Return, Oldatrian y Jhulelal se mostraron al público prácticamente unidas en una enorme sinfonía en la que los aires tradicionales indios se mezclaban con momentos de una fusión que recordaba a la que realizaron en la década de los setenta grupos como Weather Report, todo ello salpicado por los solos de percusión del líder del grupo, intensos y también con instantes de recogimiento, pero en los que cada segundo fue seguido con suma atención desde un baluarte prácticamente abarrotado.
Fue un buen concierto de festival. En el bis, con Balahato, Gurtu renunció definitivamente a seguir entre todos sus instrumentos («es como tener un mosquito en el oído. No es fácil tocar así», confesó refiriéndose de nuevo al viento) se sentó sobre un cajón, hizo cantar al público, les hizo dar palmas, respondió a un espontáneo «olé» surgido de entre el público, él mismo se convirtió por momentos en un instrumento de percusión y se retiró del escenario con una amplia sonrisa. «Namasté», se despidió.

Reencuentro
Pero regresemos con Rábade y su Eivissa Jazz Experience, que abrieron la velada, en esta ocasión en formación de quinteto con el propio Rábade al piano, Ernesto Aurignac como saxo alto, Virxilio da Silva a la guitarra, el contrabajista David Mengual y Ramón Àngel Rey en la batería.
Para los habituales del festival, tiene la Eivissa Jazz Experience ese espíritu del reencuentro, y no sólo porque se trata de reunir a algunos de los músicos que han participado en ediciones anteriores del mismo, sino para que los oyentes también es como coincidir de nuevo con esos amigos que hace tiempo que no ves, con los que te vas a cenar y terminas en algún garito tomando copas y riendo un buen rato. Y eso destilaba lo que se veía sobre el escenario. En una actuación comprimida a una hora escasa (algo del gusto del pianista, como confesó una vez finalizada su participación en el festival), el quinteto interpretó dos piezas de Rábade y una de cada uno del resto de componentes: Esperma Lee (Ernesto Aurignac), Tune for Greg (del joven Virxilio da Silva, que dio muestras de por qué es una de las más firmes realidades de la guitarra en España), Cine Mara (Ramón Àngel Rey), la bellísima Infant (David Mengual), y 9 contra 4 y Cómico, Tónico, Sónico, dos piezas que Rábade incluirá en su próximo trabajo discográfico, previsto para finales de este mismo año.
Todo fueron miradas cómplices, sonrisas y gestos de asentimiento tras cada uno de los solos. Buen rollo incluso cuando una fuerte racha de viento arrancó las partituras del batería con violencia y una lluvia de folios cruzó todo el escenario. Abe lo advirtió. Él sabrá qué extraño pacto tiene con el viento en la isla.