Javier Moro en Eivissa con un ejemplar de la 24ª edición de «Pasión india».Foto: G. G. LAMA

JULIO HERRANZ

«Pasión India» (Seix Barral) es uno de los grandes éxitos literarios españoles de los últimos tiempos. Publicada en enero del pasado año, ya va por la 24ª edición, con más de 305.000 ejemplares vendidos. Cuenta en forma novelada «la verdadera historia de la princesa española de Kapurthala», y su autor es Javier Moro (Madrid, 1955), quien desde hace seis años pasa largas temporadas en su casa ibicenca de Sant Agustí, en la que escribió en doce meses este libro sobre Anita Delgado. «Senderos de libertad» (1992), «El pie de Jaipur» (1995), «La mundialización de la pobreza» ( 1999), «Las montañas de Buda» 1997), y «Era medianoche en Bhopal» (2001), con Dominique Lapierre, son los títulos de los otros libros que ha escrito.

-¿Por qué vinieron a Eivissa?
-A mi mujer y a mí nos gusta mucho navegar y con nuestro velerito veníamos mucho a Eivissa. Teníamos una casita en Alicante en un pueblecito interior en el que hicieron el proyecto faraónico de Terra Mítica. Aquello se convirtió en un lugar imposible y decidimos saltar a la isla, que parece que todavía resiste. Llegamos en marzo (2000), cuando la belleza de la isla es irresistible. Encontramos en Sant Agustí una masía de 300 años con un jardín maravilloso y ya nos enamoramos del todo. Vivimos entre Madrid e Eivissa, aunque procuramos pasar en la isla temporadas cada vez más largas.

-¿Escribió aquí «Pasión india»?
-Sí, en doce meses. Cuando fuimos a India a documentarnos para el proyecto volví con tanta documentación que ya no me pude mover; ocupaban dos habitaciones. Nuestro primer hijo acaba de nacer y fue un tiempo bien aprovechado.

-¿Esperaba un éxito semejante?
-En absoluto; mi meta era llegar a los 50.000 ejemplares, con eso me daba con un canto en los dientes; pero nunca pensé que se iba a montar este revuelo. Lo hice porque me gustaba el tema. Más que una historia de amor es una historia sobre una India que ya no existe, la del final del imperio británico, que me parece fascinante. Quería darme el gustazo de escribir algo que no tuviera una carga social tan fuerte como la de mis otros libros, que hice para aportar mi granito de arena a causas diversas y olvidadas. Pensaba que sería un libro de transición hacia otros temas.

-¿A qué atribuye tanto interés?
-Es difícil saber por qué un libro es un gran éxito. Cuando salió había una saturación de códigos da Vinci y ese tipo de novelas. Es una historia verídica y el libro cayó en gracia. Los lectores han descubierto un personaje totalmente olvidado, una mujer avanzada a su tiempo. Ten en cuenta que Anita Delgado llega a Kapurthala con 17 años, en 1906, y quedó fascinada por todo aquel boato. Convertirse en princesa fue muy fuerte para una niña casi que era una bailarina telonera en Madrid.

-Pero no fue un cuento de hadas.
-No; se estrelló pronto contra la realidad. Pero le salió bien la cosa. Ella era muy libre, muy lista, con la gracia andaluza de su Málaga natal, y se adaptó bien a las circunstancias. Aunque tuvo mucha oposición interna en la corte y con los mismos ingleses, que estaban en contra de una raza de criollos que pudiera un día pedirles el poder, como les pasó en América.

-Se va a llevar al cine, ¿no?
-Sí. Ya estaba a punto de vender los derechos cuando apareció Penélope Cruz muy interesada y se los vendí a ella, que hará de Anita, claro; todo un papelón. Quiere que sea una coproducción entre España, Hollywood y Bollywood. Falta aún el director y el guionista; no sé cuando se pondrá en marcha el proyecto definitivo.

-¿Le condicionará este exitazo para su trabajo siguiente?

-No creo, siempre he escrito lo que me apetecía. Es un tópico decirlo, pero creo que son los libros los que te llaman a ti. Ahora tengo otra historia sobre la India que creo cerrará mi interés en escribir sobre este país. Luego quizás vuelva a Sudamérica, otra de las zonas del mundo que me interesan muchísimo. El tercer mundo es una fuente inagotable de historias buenas, porque es donde los grandes desafíos del hombre encuentran hoy su justa medida.