La iglesia de Santa Cruz acogerá a las 16,00 horas de mañana
miércoles el entierro de Josep Buil Mayral, que falleció el pasado
fin de semana a los 85 años en la Residencia Asistida de Cas
Serres, donde el decano de los reporteros gráficos de la isla
residía desde hacía varios años. A modo de homenaje, reproducimos
parte de la entrevista que el fotógrafo catalán concedió a este
periódico y en la que repasaba su vida profesional y se aferraba
aún con entusiasmo a la vida.
Una anécdota, contada al final de la entrevista, ilustraba
claramente sus ganas de vivir: «El verano pasado iba yo por la
calle con un traje blanco de pantalón corto que hace conjunto con
el azul marino, y una chica se me queda mirando y me dice 'eso sí
que es un cuerpo y no el de la guardia civil'. Como lo oyes. Y le
contesté: soy un producto de artesanía de mis padres»; añadiendo
con orgullo: «aún tengo buen cuerpo».
El abultado legado de Buil, con más de 40.000 negativos, lo donó
al Consell para su Arxiu d'Imatge i So. Una breve muestra del
mismo, titulada «La dècada dels 70», fue expuesta el pasado octubre
en el Museu Etnogràfic d'Eivissa. En la misma (que aún puede
visitarse) figuran algunas de sus imágenes favoritas del campo y la
payesía, a la que también captó gracias a un truco personal:
«Dejaba el coche lejos y me iba andando hacia la payesa en
cuestión. Hablábamos un rato de sus cosas y cuando la tenía mía le
pedía si podía hacerle una foto de recuerdo. Siempre me decían que
sí. Así que volvía al coche, traía la cámara y hacía el trabajo.
Nunca tuve una negativa para hacer las fotos que quería», apuntó
con orgullo manifiesto.
Natural de Girona, Buil Mayral residía en Eivissa desde 1970.
Vino para hacer fotografías para la guía Everest. «Mi intención era
irme después a Venezuela, pero decidí quedarme aquí por el trato de
la gente. Caí en simpatía y me dejaban entrar en sus casas para
hacer fotos», recordó. Tiempos duros en los que compaginaba su
trabajo en la prensa local («muy mal pagado; menos mal que gracias
a unos amigos comía y dormía en la Comandancia militar») con bodas,
bautizos y comuniones. «Pero no me gustaba; sentía el arte y no
quería convertirme en un fotógrafo rutinario. Me gustaba poner
siempre algo artístico en mi trabajo, con mucho cuidado en la
composición y en todos los detalles. Alterando incluso la realidad
si no me gustaba», explicó.
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