Reunión en la casa parroquial de Sant Rafel para ver las cuatro propuestas que Antonio Mesquida (izquierda), reputado creador de arte sacro, ha presentado al Consell y al Ayuntamiento de Sant Antoni (pagadores del retablo) para que eligan entre neoclásico o barroco. Fotos: GERMÁN G. LAMA

«Estas cosas se hacen para mayor gloria de Dios y para que los fieles puedan rezar a gusto». Con estas palabras resumió ayer Antonio Mesquida el «objetivo» que ha perseguido en el diseño y planteamiento de las cuatro propuestas que presentó ayer para el retablo de la iglesia de Sant Rafel, quemado durante la Guerra Civil. El acto tuvo lugar en el salón de la casa parroquial y contó con la presencia del párroco de Sant Rafael, Josep Planells; el conseller de Patrimoni, Joan Marí Tur; el director general de Patrimoni, Antoni Arabí, y dos representantes del Ayuntamiento de Sant Antoni. Además de Antonio Mesquida y de su esposa y socia.

Cuatro son las propuestas que el restaurador mallorquín afincado en Madrid (donde dirige toda una empresa de arte sacro) ha creado para el retablo de la iglesia de Sant Rafel; dos se mueven en una línea neoclásica y las otras dos tiran más bien a un estilo barroco. En cuanto a los precios, oscilan entre los 115.000 euros (19 millones de pesetas) y los 156.000 euros (26 millones de pesetas). Precios que Mesquida consideró ventajosos y casi de amigos, por deferencia amistosa hacia Joan Marí Tur, con quien parece ser le une una vieja amistad.

La reunión de ayer sólo tenía carácter informativo, para que los responsables políticos, y, sobre todo, el párroco de Sant Rafel vieran los distintos proyectos y dieran su opinión. «Todos me parecen muy bonitos, pero habrá que estudiar cada caso y ver cuál es el que más nos conviene», precisó Josep Planells, muy atento e interesado a las detalladas explicaciones que sobre cada propuesta iba detallando Mesquida. El párroco-poeta incluso iba tomando fotografías de todo lo que le iban mostrando, a pesar de que le insistían en que se quedaría un dossier completo para que pudiera estudiarlo con calma. «Pero a ver cuándo estará listo, porque no sé si estaré vivo para entonces», apuntó compungido el sacerdote ante la protesta de los asistentes.