Woody Allen juega con la comedia y el drama en su última
película, «Melinda y Melinda», pero a la hora de elegir un género
para las próximas elecciones norteamericanas, no lo duda: «volver a
elegir a Bush sería una tragedia automática. El es un personaje con
momentos cómicos, pero con un trasfondo trágico».
«A Bush, si lo observas es bastante divertido y si le escuchas y
le sigues te provoca carcajadas, peor es el ejemplo perfecto de un
ser con momentos cómicos pero con un trasfondo trágico», señaló el
cineasta neoyorquino durante la conferencia de prensa que se
celebró después del pase de «Melinda y Melinda», que abrió ayer,
fuera de concurso, la sección oficial del festival donostiarra, que
anoche le hizo entrega del prestigioso premio Donostia.
El de Woody Allen fue uno de los encuentros más concurridos que
se recuerdan en este festival, con cientos de fans armados con
cámaras y dispuestos a lo que fuera por un autógrafo. Woody no dejó
de responder a todas las preguntas y confesó que había elegido
presentar, por primera vez, su película en el festival donostiarra
para «dar gracias al pueblo y al público español, que siempre ha
apoyado mis filmes. Y por la tentación irresistible que para mí y
mi familia supone pasar unos días en San Sebastián».
Si en «Melinda y Melinda», Allen propone dos modos de ver el
mundo: el cómico y el dramático, el cineasta tiene claro que en la
realidad, el estado actual del mundo es «una tragedia». «Yo -dice-
siempre veo el vaso, no medio vacío, sino totalmente vacío y
percibo hoy al mundo de una manera extremadamente trágica».
Woody Allen ha tenido que rodar su nueva película -aún sin
título y protagonizada por Scarlett Johansoon- en Londres. La
razón: la falta de libertad creativa en Estados Unidos. «La
industria del cine norteamericano no es la más sensible del mundo y
hay que evitar la entrada de ejecutivos que sienten que están en su
campo. En Londres pude hacer mi trabajo sin ninguna ayuda creativa
de hombres de negro que quieren meterse en el aspecto creativo». De
hecho no descarta volver a rodar en el extranjero y le atraería
hacerlo en Barcelona. Hacer una película al año no es, para Allen,
el signo de ser un director prolífico, sino más bien «una costumbre
que no quiero perder mientras pueda», apuntó.
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