Tras vivir durante dos décadas en Eivissa, hace seis años que
Antonio Colinas se mudó a Salamanca, aunque sigue teniendo vínculo
fuertes con estas islas. La noticia de ser reconocido con el
Siurell de Plata la recibió «con sorpresa y una gran alegría por
llegarme de unas islas muy queridas para mí, por razones obvias»,
afirmó. La casualidad de que el premio coincida con la aparición de
su libro «Los días en la isla», le añade una emoción especial,
«porque son como una especie de memoria de los muchos años que he
vivido allí», añadió.
Relación con Eivissa, pero también con Mallorca, pues hace unos
años dedicó su libro «La música de los signos» al pintor Pere
Alemany. «Ahora veo las Islas con la objetividad que me da la
distancia, aunque las sigo valorando igual, porque cada año pasó el
verano en Eivissa; y siempre hay algo que renueva el afecto que
siento por Balears, porque ahora mi hijo Alejandro está trabajando
en Menorca», precisó.
Aunque siempre está al tanto de la realidad que le rodea,
Colinas cree que «el poeta tiene una mirada más ambiciosa que la
que da esa realidad tópica. No se conforma con la realidad gris, y
con su palabra va siempre, felizmente, a contra corriente de su
tiempo histórico». Lo que no significa desconexión con las causas
sociales y morales universales. «Si se ejerce con sinceridad, toda
poesía es poesía de compromiso. Hoy día la poesía ha de estar
equidistante tanto de esa visión de torre de marfil en la que a
veces nos colocan a los poetas, como de un compromiso prosaico y
fotográfico».
La relación del autor de «Sepulcro en Tarquinia» con el catalán
y las otras lenguas del Estado «siempre ha sido de comprensión,
hasta donde he podido o he debido. Por ejemplo, en unos días
aparecerá la nueva traducción que he hecho de una antología de
Villangómez promovida por el Govern balear y editada en Madrid por
la Editorial Calambur. Es una traducción hecha aquí en Salamanca,
lo que me ha servido para seguir en sintonía con esa poesía de las
otras lenguas», aseguró.
No piensa Antonio Colinas en su jubilación. «Yo creo que en la
poesía, y en general en el trabajo intelectual, no se puede hablar
de jubilación. Los que escribimos llevamos la escritura muy unida a
la vida y a nuestra manera de ser, por eso creo que escribiremos el
último verso cuando ya no tengamos más fuerzas físicas».
La prueba de la entrega de Colinas a la lírica se encuentra en
una dedicación de 35 años, reunida bajo el título de «El río de la
sombra» (Visor), que ahora aparece aumentada con su primer libro
-inédito-, «Junto al lago», y el último, «Tiempo y abismo».
La concesión a Antonio Colinas del Siurell de Plata coincide con
la aparición de «Los días en la isla». «Son como unas memorias de
los muchos años que viví allí», apuntó. Exactamente, 21 años.
Memorias, pues, y además un libro de viajes: exterior, a través de
una naturaleza que revela el espíritu y los símbolos mediterráneos
en sus valores esenciales; y a la vez viaje interior, el que supone
la experiencia de ser y de vivir en un alto grado de consciencia en
un tiempo crítico.
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