Actualmente, que Eivissa aparezca como escenario de novelas,
películas, poemarios y otras manifestaciones artísticas es bastante
frecuente, pero no sucedía así en la década de los sesenta, cuando
se publicaron «La Cala», de Ramón Nieto, y «Hombres varados», de
Gonzalo Torrente Malvido, hijo del gran escritor gallego Gonzalo
Torrente Ballester. Además de la fecha de publicación de ambas,
1963, y de que las dos fueran premiadas (con el «Sésamo» de novela
la primera, y finalista del Premio Nadal la segunda), tienen
también en común que el punto de partida para escribirlas ocurrió
en los cincuenta.
Vicente Ribas, colaborador de Ultima Hora Ibiza
y Formentera («La memoria indiscreta», su serie dominical),
recuerda con detalles las circunstancias que propiciaron la
escritura de ambas novelas: «De joven, Ramón Nieto ya había hecho
sus pinitos en un colegio de El Escorial, donde coincidió con un
gran amigo mío, Jaime Borrell. Una de las veces que éste vino de
vacaciones a Eivissa en los 50, trajo a Ramón. Era un chico culto e
inquieto y tomaba notas cuando recorrimos la isla para que la
conociera. Un día salió el tema del famoso crimen de sa Cala,
cuando asesinaron en 1936 al francés Raoul Villain, que se había
refugiado en la isla huyendo de los que querían matarle por haber
asesinado en Francia al líder socialista Jean Jaurès. Se apasionó
por el tema y dijo que iba a escribir algo sobre el caso. Pasado un
tiempo me enteré por Jaime que había escrito una novela con la que
había ganado el Premio 'Sésamo', que se daba en esa cueva de
Madrid, un sitio pequeño donde se reunía la intelectualidad progre
de entonces. Algo parecido a lo que más tarde fue Oliver. No es una
obra que pase a la historia de la literatura, pero me parece
interesante, y así lo reconoció el jurado al darle el premio»,
explicó.
Un caso realmente distinto y distante de la circunstancia que
motivó la escritura de «Hombres varados», según explica Vicente
Ribas. «A Gonzalo Torrente Malvido lo conocí más o menos por la
misma época, y en un lugar especial que había en Vara de Rey,
Bagatela, el primer bar-disco de la isla. Lo pusieron unos
franceses y era el punto de encuentro de la juventud ibicenca más
progre y de los pocos extranjeros y forasteros que caían entonces
por aquí. Y claro, por allí apareció Gonzalo. Era muy bien
plantado, un poco pijín y bastante señorito calavera. Ligaba mucho,
bebía como un condenado, bailaba y se quedaba hasta que cerraba. Me
lo presentó una gran amiga suya, la pintora finlandesa Anita
Esmelman, muy famosa luego. Era muy guapa, divertida, cosmopolita y
bastante mayor que Gonzalo», recuerda Ribas.
«Siempre decía que quería escribir un libro sobre la isla, pero
como todos los que aparecen por aquí desde hace un siglo son más
bien fantasmas y van de grandes intelectuales, no le hice el mayor
caso. Así, desapareció de la isla, y unos años después, con gran
sorpresa, me encontré en las librerías 'Hombres varados', con esa
portada con Dalt Vila y finalista del Premio Planeta, que entonces
era el galardón de más prestigio. Por lo tanto eran palabras
mayores.
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