El pasado jueves, Alfonso Martinell, director de la Cátedra Unesco «Políticas Culturales y Cooperación» de la Universidad de Girona, participó en el curso «Gestió d'Activitats i Esdeveniments Culturals», que se está desarrollando en el Consell hasta el próximo día 15. Con un amplia trayectoria profesional en el tema, Martinell explicó a este periódico «que el concepto de turismo está evolucionado mucho, y cada vez tiende más hacia el campo cultural». Para este experto en la formación de gestores culturales, cooperación cultural y desarrollo de políticas culturales territoriales, este cambió «no es sólo un problema de mercado, sino de cambio de hábitos, porque el sol, la playa y las discotecas ya no son una oferta suficiente». «A la larga, los lugares que tienen un buen patrimonio cultural son destinos turísticos muchos más seguros y rentables», apuntó.

En defensa de esta opinión citó los casos de París («la ciudad más visitada del mundo») y de Barcelona: «Gracias al conjunto de una oferta muy atractiva, el pasado año logró el récord de un millón de turistas». Por tal motivo, Martinell elogió el proyecto de recuperación de Dalt Vila, declarada por la Unesco Patrimonio de la Humanidad: «Lo que se ha hecho en el casco antiguo es una inversión más durable y sostenible que cualquier otra intervención urbanística a corto plazo» En cuanto a los protagonistas del necesario impulso cultural, su tesis parece irrefutable: «Una parte ha de ser pública, porque en cultura no todo es rentable con la lógica del mercado, pues si se deja sólo en sus manos, desaparecerían muchas cosas del patrimonio de los pueblos. Pero esa inversión pública crea luego una plusvalía muy alta en el sector privado, porque atrae a un turismo de más calidad, y a la larga más rentable».

Para el presidente de la Fundació Interarts para la cooperación cultural internacional de Barcelona, «no puede ser que la cultura sea la hermana menor, la maría de la gestión política». Por el contrario, a juicio del doctor Martinell, «la cultura tiene que ser central en la política de desarrollo y de la propia identidad territorial, porque es lo que nos permite decir y defender quienes somos. Los espacios despersonalizados no tienen atractivo». Planteamientos e ideas cuya eficacia ha comprobado el experto. «Pero se han de gestionar bien, por personas preparadas. Ha de haber proyectos serios, técnicamente bien elaborados y desarrollados por personas que sepan lo que hay que hacer; y sobre todo, que sepan relacionar cultura con desarrollo, con turismo, con cohesión social, con medio ambiente... que la cultura juegue un papel de interrelación». «Esto es fundamental, porque el desarrollo sin componente cultural solo lleva a la depredación, al pan para hoy y hambre para mañana». Y Alfonso Martinell Sempere insiste en un punto que considera esencial: «Sobre todo, ha de haber una muy buena gestión, reforzando mucho el tema de la formación personal, para que tengan ideas eficaces. Sobre todo en las nuevas generaciones, que son las que tienen que gestionar todo esto».

Un problema habitual a la hora de «sensibilizar a la gente que invertir en cultura es invertir en su negocio», es, según Martinell, la torpeza del sector turístico. «Es que sus empresarios han sido gente bastante 'bruta' e inculta; pero si consiguiéramos elevar su nivel cultural, como el de cierta burguesía de algunas ciudades, y que vieran la rentabilidad real de esa inversión, la cosa cambiaría». Convencido de sus tesis, el director de la Cátedra Unesco de la Universitat de Girona no duda en afirmar que «el turismo puede dejar un rendimiento importante en clave de desarrollo local. Porque cuanto más micro es el proceso, más desarrollo local hay, pues la plusvalía se queda en el sitio y no se va fuera; es decir, revierte más directamente en los ciudadanos. Esto es decisivo a la hora de plantearse el modelo que se quiere de desarrollo local y cultural, porque la renta que deja en el lugar depende mucho de que se elija un buen o un mal modelo», concluyó.