Las tareas de reforma en el piso obligaban a tumbar precisamente
las paredes en las que se encontraban los dos frescos de Will
Faber. El arquitecto encargado de estos trabajos notificó la
situación al Consell Insular, donde se decidió conservar la pared
para evitar su destrucción y luego restaurar las dos piezas, un
encargo que fue financiado por el Patronato de Salud Mental de la
máxima institución pitiusa (que contó con un presupuesto aproximado
de 1.800.000 pesetas) y cuya ejecución corrió a cargo de las
restauradoras Nieves Peinado y Maria Josep Escandell.
Las dos especialistas trabajaron durante aproximadamente un año
en la restauración de los dos frescos, los cuales han podido
salvarse. Uno de ellos figura en un lugar predominante de la quinta
planta del Consell Insular, mientras que el otro, de iguales
dimensiones, será ubicado en un edificio perteneciente a los
servicios sociales de la institución. Se da la circunstancia de que
las dos piezas recuperadas ahora fueron realizadas por el pintor
apenas un año antes de su fallecimiento.
Will Faber nació en la ciudad alemana de Saarbrücken en 1901 y
falleció en 1987 en Barcelona. Conoció la isla de Eivissa por
primera vez en 1934, cuando llegó a ella para pasar una corta
temporada que finalmente se alargó durante dos años. En 1932, el
pintor abandonó Alemania para instalarse en Barcelona. En Eivissa
coincidió con otros artistas e intelectuales, como Wols, Broner y
Hausmann. La Guerra Civil provocó su regreso a Alemania hasta 1939,
momento en el que desandaron el camino para volver a recalar en
Barcelona, lugar en el que continuó su carrera en el diseño
gráfico, iniciada años atrás.
Precisamente, en esta ciudadla Fundació Joan Miró y el Instituto
Alemán organizaron conjuntamente una exposición en 1981 en la que
se realizaba un repaso a su trayectoria.
La atracción hacia una isla
El impacto que le causó Eivissa a Will Faber no sólo le afectó
personalmente sino que dicha influencia se puede comprobar a través
de su obra. Al llegar a la isla, Faber aún trabajaba en una línea
realista, aunque poco después abandonó este estilo para dedicarse
de lleno a la abstracción. El atractivo ejercido por Eivissa sobre
Faber permitió que su relación con la misma se extendiera a lo
largo de toda su vida. Así, dos años antes de su muerte, el artista
protagonizó una retrospectiva en la isla auspiciada por el
Consell.
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