EFE-SUIZA Balthus, aristócrata y caballero solitario de la pintura, de origen polaco aunque nacido en París, falleció hoy en su residencia de Rossiniere (Suiza), diez días antes de su 93 aniversario. El conde Balthazar Klossowski de Rola, como se llamaba en realidad uno de los pocos pintores que tuvo el honor de ver en vida su obra en el Louvre, había abandonado la clínica en la que estaba internado para pisar por última vez más su Gran Chalet, adquirido en 1977 y donde vivía junto a su esposa japonesa, apartado del mundo.

Nacido el 29 de febrero de 1908 en el seno de una linajuda familia polaca, Balthus creció en un ambiente artístico frecuentado por escritores como Rainer Maria Rilke o André Gide y pintores como Pierre Bonnard. De formación autodidacta, Balthus adquirió pronto fama de niño prodigio y fue animado a pintar por los amigos de su padre, como el propio Rilke, Bonnard y André Derain, de quien Balthus pintó un retrato memorable. Rilke prologó su libro «Mitsou: cuarenta imágenes».

Desde los años treinta, Balthus parecía obsesionado por el tema del despertar sexual de las adolescentes, que él calificaba de ángeles y a las que representaba en interiores en los que se combinan ensoñación y erotismo. Se le deben más de 280 cuadros, entre los que se destacan «La rue», de 1933, una escena callejera de resonancias surrealistas a pesar del total realismo de su representación. A pesar de su interés por el surrealismo, sus cuadros deben más al realismo fantástico de alemanes como Otto Dix o Max Beckmann, pero sobre todo a su estudio de Piero della Francesca o Paolo Uccello, entre otras figuras del Renacimiento italiano. Vivió en Roma hasta 1978, desde donde viajó con frecuencia al Lejano Oriente, que influyó en su pintura.