Alrededor de 20 cuadros, la mayoría de ellos realizados en los dos
últimos años, conforman la exposición que el pintor madrileño
residente en Eivissa José Miguel Pardo presenta hasta finales de
mes en la sala de exposiciones de Ebusus. «De momento, creo que la
tendré abierta hasta finales de mes, pero si siento que me estoy
aburriendo, me largo. Para mí son como unas vacaciones; oigo
música, veo a gente simpática, hago cosas y me lo paso bien»,
comentó ayer a este periódico, con ese talante entre escéptico y
entusiasta en el que parece haberse instalado últimamente el
reconocido artista.
Y desde esa postura, que parece ser fruto de la experiencia y el
conocimiento, explicó Pardo el por qué de esta exposición. «Porque
me viene bien ganar algo de dinero, porque le tengo afecto a Ebusus
(esta sala es muy bonita y está en un sitio que es como un teatro,
para mí, que hago una vida bastante retirada), y porque me gusta de
vez en cuando mostrar a la gente que conozco lo que hago, para que
disfruten con lo que yo he disfrutado antes», enumeró.
En cuanto a la obra en sí, al óleo y trabajada sólo con el
blanco, negro y tierras siena, reconoció el artista que
«últimamente soy menos detallista que antes en la ejecución; tiendo
más a buscar lo esencial, quitar más que poner, algo que no resulta
nunca fácil, ni en la pintura ni en la vida». Despojamiento próximo
a una cierta filosofía existencial. «Habría quizás que dejar la
pintura e irse hacia lo espiritual; que la vida es muy corta y hay
que darse cuenta donde está uno, aprovechar los años que nos
queden, esta naturaleza maravillosa, el mar, el sol, la
vida...».
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