El artista italiano Aligi Sassu pasó gran parte de su vida en
Mallorca, donde creó algunas de sus mejores obras y donde, a partir
de 1962, en que entró en contacto con la Isla, contó con residencia
propia y con un estudio en el que trabajó hasta sus últimos días.
Sassu, que amaba esta tierra, falleció anoche en su domicilio de
Pollença rodeado de sus familiares. Junto a él se encontraba su
esposa, la cantante lírica Helenita Olivares, que fue su compañera
inseparable. En correspondencia al cariño que siempre demostró por
Mallorca y por la cultura local, en la que se integró desde el
primer momento, fue reconocido con importantes distinciones.
Pintor, escultor y ceramista, el artista había nacido en Milán
en 1912. Como creador se inició pronto en el mundo del arte,
acercándose a los postulados del movimiento futurista. Fue en 1928,
en el transcurso de la Bienal de Venecia, cuando tomó contacto con
los artistas que impulsaron esta línea de trabajo, liderada por
Marinetti, de raíz italiana. Contaba 17 años y había sido invitado
a participar en este evento cultural con dos obras.
Pero su relación con el futurismo fue breve puesto que en 1929
expone obras en las que deja patente como, paulatinamente, va
alejándose del dinamismo y la simultaneidad propios del mismo.
Sassu se interesa a partir de este momento por la tradición
realista, que no abandonará. La obra de creadores como Rubens, los
venecianos, los impresionistas y, especialmente, los maestros
Gericault y Delacroix, comienzan a centrar toda su atención. Las
pinturas que presenta a partir de 1929 fueron descritas por el
crítico español Juan Manuel Bonet, actual director del Centro de
Arte Reina Sofía, como «poesía del suburbio». Son obras de
transfondo suburbano, paisajes donde la industrialización deja su
huella. Sassu, autor de una obra en constante evolución, inicia
entonces otro período, el de los hombres rojos. El rojo es un color
recurrente en su trabajo, como los son la mitología y los
caballos.
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