La familia de Gielgud anunció ayer el fallecimiento del actor
después de una vida subido a los escenarios, en los que puso su
talento al servicio de los clásicos del teatro shakesperiano:
Hamlet, Ricardo III, el Rey Lear... y demostró que un gran papel
sólo lo es de verdad si hay un gran actor como él para
interpretarlo. Su nombre era el último que quedaba de la mejor
generación de actores británicos de este siglo, a la que
pertenecieron Laurence Olivier, Michael Redgrave, Ralph Richardson
o Peggy Ashcroft.
Gielgud formó parte de este elenco de estrellas que fueron desde
su juventud clásicos del teatro, después maestros de varias
generaciones de actores y ahora leyendas irrepetibles en su
arte.
«Era el más grande de los actores», afirmó su biógrafo, Sheridan
Morley, quien subrayó que «su vida es exactamente la historia del
teatro británico en el último siglo».
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