Un total de 15 cuadros de distintos tamaños, realizados con técnica mixta (óleo, barnices, lápices, pigmentos...) ha reunido Juan Costa-Hoevel en la exposición que, junto a Kennedy, presenta en la House Gallery hasta el próximo 8 de mayo. Desde 1993 el también fotógrafo no realizaba ninguna exposición individual en Eivissa. «Es que te vas liando, y tampoco daba con una galería que me interesara y a la que interesara; aunque también he mostrado cosas en colectivas», apuntó. En cuanto a la compañía de Kennedy, está encantado. «Para mí, actualmente es el mejor pintor ibicenco. Ha evolucionado mucho, nunca le he visto una exposición de un nivel tan bueno».

Su largo silencio en cuanto a mostrar una secuencia completa de sus creaciones, ha sido para Costa-Hoevel un tiempo de investigación. «He cogido mucha experiencia en el tratamiento de diferentes medios para lograr algo, y he roto mucha obra en el camino». «Pienso que en mi vida personal también he ido madurando, y eso se nota en la pintura; antes lo hacía de una forma más catártica, compulsiva; ahora es como entrar en un estado de meditación en el que nunca sé lo que voy a hacer. Es como si no pintase yo, me dejo llevar y la pintura va saliendo», añadió. Un dejarse llevar en el que el artista no se pone limitaciones. «Me gusta jugar un poco con todo. Sé dibujar muy bien, y si me sale una figura, si se me escapa la mano, pues la dejó; como lo caligráfico, que también me gusta».

La relación de Costa-Haevel con el arte le viene de muy pequeño. Nacido en Buenos Aires, de padre diplomático, fue su madre, que también pintaba, quien le puso en contacto a los seis años con Iván Serpa, un conocido pintor brasileño, en cuyo atelier de Rio de Janeiro quedó «fascinado con la pintura». Pero de esos primeros pasos hasta que decidiera meterse de lleno en ella, el camino fue largo y tortuoso. «Mi padre quería que yo fuera militar, fíjate. Luego he estado metido en el mundo ejecutivo, alternando algún tiempo con la pintura y perdiendo mucho tiempo. A los 21 años tuve una crisis muy fuerte; hasta estuve internado, alucinando y tal.» Una biografía dispersa, en la que hay una etapa londinense, con estudios de arte por medio; otra madrileña, trabajando en un pub, hasta que unos amigos le hablaron de Eivissa en 1975. Vino, probó y echó raíces, como les ha pasado a tántos.