Los actores de la compañía cubana Hubert de Blanck, en dos momentos de la representación. Foto: GERMÁN G. LAMA.

L. FERRER «Mestizaje» es una de las palabras clave de esta década que termina y del milenio que comienza. La fusión de géneros y estilos de diferentes culturas, más que resultar chirriante, consigue productos tan interesantes como la producción cubana «El tío Francisco y las Leandras», que ayer se representó en el auditorio de Can Ventosa con éxito de público. El denominado género chico español y el teatro popular cubano convivieron en escena durante más de dos horas, aportando lo mejor de cada uno. Música y cimientos españoles rescatados del baúl de la abuela con ritmos y humor cubanos.

Berta Martínez, considerada una de las más prestigiosas directoras de teatro cubano, fue la encargada de llevar la batuta de una particular orquesta, compuesta por un híbrido de actores, cantantes y bailarines que consiguieron atraer la atención del público.

Sobre el escenario, un desfile de parodias de los espectáculos de travestismo, picardía callejera, una peculiar versión de «La Perrita Pekinesa» y sketches humorísticos. La versión de la compañía Hubert de Blanck -aseguran sus componentes- no destruye el libreto original sino que lo transforma desde el respeto. Una tradicional comparsa cubana cerró ayer el telón, después de la emotiva despedida al compás del tango congo.