Ignacio Gil recibirá esta tarde un homenaje por parte de la Conselleria de Cultura. (Foto: VICENÇ FENOLLOSA).

A sus 87 años, el pintor catalán Ignacio Gil sigue activo y con buena memoria: «Hay que buscar mucho para encontrar la Eivissa que yo conocí en 1940. El espíritu, la belleza que había va desapareciendo, por desgracia», señaló ayer a este periódico en el stand que recoge su obra en la feria «Art.Ibiza». Reconocido por la crítica especializada como uno de los mejores pintores impresionistas del siglo, el artista guarda una honda fidelidad hacia una isla que ha reflejado durante toda su larga trayectoria profesional: «Lo habría hecho de todas formas, porque me gusta mucho recordarla, pero es curioso que la gente siempre me ha pedido cuadros sobre Eivissa. Durante toda mi vida, estos han sido siempre los que primero se vendían», precisó.

La presencia de Ignacio Gil en Eivissa, a donde no venía desde hace bastantes años, tendrá su colofón a las ocho de esta tarde con el homenaje que le ofrecerá la Conselleria de Cultura en «Art.Ibiza»: «No sabía nada de esto, se lo aseguró. Espero que no tenga que hablar mucho, porque yo lo único que sé es pintar», apuntó. Al acabar la Guerra Civil fue cuando descubrió la isla: «Ya me habían hablado de ella, y cuando vi todo blanco, con aquellas payesas tan hermosas y demás, me entusiasmé», reconoció el artista, matizando, que, de todas formas, la isla que él pintaba, y sigue pintando, «no es la real, para eso ya está la fotografía; yo la interpretó a mi manera, según como la siento y quiero».

Próximo ya a los 90 años, su amor al arte le impulsa a seguir cogiendo los pinceles cada día: «Si no pintase no sabría qué hacer. No lo hago por dinero ni por nada, es una necesidad que tengo. No puedo estar un día sin pintar; y como gracias a Dios tengo buena vista y buen pulso, pues sigo pintando y pintando, como un vicio que no me puedo quitar de encima», apuntó.

Sobre los artistas de la isla que trató, Ignacio Gil, aunque conoció a Puget, le trató poco. En cambio sí tiene un recuerdo entrañable por otro de los nombres reconocidos, Tur de Montis: «Fue muy buen pintor y tuve con él una gran amistad. Pero ahora ya no me queda ningún amigo de aquellos años. Así que, claro, Eivissa ya no es para mí la Eivissa que yo guardo en mi corazón y en mi imaginación, que desde luego, es más bonita que esta de ahora. Y es curioso que muchos de mis clientes, digamos, se han llegado a enamorar también de la isla a través de mis cuadros; y luego, cuando han venido a conocerla, suelen llevarse un chasco, porque yo la interpretó con mi sensibilidad particular», concluyó.