Un archipiélago tan orientado al turismo como el nuestro necesita cuidar al máximo de su naturaleza, porque es uno de sus principales atractivos y motores económicos. El éxito de nuestros restaurantes, clubes nocturnos, hoteles y tiendas responde en buena parte al hecho de que contamos con un clima privilegiado y unas aguas cristalinas. Por eso, mantener el buen estado de nuestras aguas es una de las prioridades del gobierno Balear.

Por desgracia, el intenso tráfico marítimo del Mediterráneo viene acompañado de muchísimos vertidos de combustible por parte de los buques. Esto incluye los cruceros, los buques de carga y los buques cisterna que circulan cada vez más alrededor de nuestras islas. La recurrencia de estos vertidos está poniendo en alerta a las organizaciones ecologistas, y no son pocos los estudios que demuestran el aumento alarmante de la contaminación en nuestras costas.

Los análisis de valoración química realizados en diferentes puntos de nuestras islas muestran un aumento de la contaminación petroquímica y plástica, lo que no solo tiene un gran impacto visual –cada vez es más habitual encontrar ‘parches’ de contaminación flotando en el océano–, sino que además perjudica de forma preocupante a la flora y fauna oceánica.

Baleares es la región más afectada de España

Un informe de la Dirección General de la Marina Mercante ya alertaba en 2020 de este problema, y enfatizaba que el archipiélago balear era la región más afectada por estos vertidos en todo el país. El Golfo de Cádiz y el Mar de Alborán eran las otras dos regiones más afectadas, sobre todo a causa del tráfico marítimo que pasa a diario a través del estrecho de Gibraltar. Sin embargo, las Islas Baleares superaban con creces sus niveles de incidencia.

Este problema tiende a agravarse a medida que pasan los años. El aumento del comercio entre Europa y Asia favorece el flujo de buques a través del Mediterráneo y el Canal de Suez, lo que tiene especial incidencia en las costas baleares. El problema está en que el gobierno balear tiene muy poca capacidad de incidencia en esta contaminación, porque se produce a nivel internacional. Solo las regulaciones europeas podrían ponerle coto.

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A esto hay que añadir el aumento del tránsito de buques cargados de gas licuado para abastecer las necesidades energéticas de Europa Central. Tras la invasión de Rusia a Ucrania, Europa procedió a cortar todos los vínculos energéticos con Rusia, lo que significó un aumento de las importaciones de GNL procedente de Oriente Medio. Buena parte de este gas no llega a través de gasoductos, así que depende del tránsito marítimo.

La contaminación con microplásticos, otro problema

Pese a que la contaminación con microplásticos es un problema que vemos más frecuentemente en las noticias relacionado con los parches de basura del Océano Pacífico, también está cada vez más presente en el Mar Mediterráneo. Estos microplásticos, con un volumen tan reducido que con frecuencia son microscópicos, están apareciendo cada vez en mayor proporción en nuestras aguas, y son prácticamente incontrolables.

El tamaño de los microplásticos es tan reducido que, recientemente, incluso han sido detectados en nubes de Japón. Debido a esto, pasan con frecuencia a ser ingeridos por los peces y esquivan los filtros de nuestras desaladoras, con lo que los incorporamos a nuestro propio organismo al comer y al beber. La mayor presencia de microplásticos en nuestras aguas incrementa el riesgo de sufrir enfermedades, y es una amenaza para la pesca.

La solución pasa por la evolución tecnológica y nuevas regulaciones

Todos estos problemas solo pueden abordarse desde un enfoque global que pasa, sobre todo, por cambios de raíz en muchas de nuestras industrias. Reemplazar los plásticos por materiales biodegradables siempre que sea posible, por ejemplo, es uno de ellos. Otros cambios, sin embargo, parece que tendrán que esperar un poco más, ya que la tecnología no parece estar avanzando al ritmo que desearíamos.

Si en España estamos asistiendo al desembarco de los coches eléctricos para reemplazar a los coches de gasolina, a nivel marítimo parece que deberemos esperar un poco más para que este cambio sea una realidad. La construcción de motores eléctricos y baterías capaces de mover un buque a través de largas distancias todavía no está a nuestro alcance. Y, mientras esperamos, las aguas baleares se degradan un poco más cada día por culpa de los vertidos.