Javier Senent estuvo el miércoles en la inauguración de la reforma del hospital de la Cruz Roja. | Jaume Morey

El presidente de la Cruz Roja a nivel estatal, Javier Senent (Guadalajara, 1948) ha visitado esta semana Mallorca para inaugurar la reforma del hospital que la organización tiene en Palma, tras dos años y medio en obras y la irrupción de una pandemia.

¿Se puede decir que el hospital de Cruz Roja tiene el futuro garantizado en Baleares?
—Creo que sí. Hemos invertido seis millones en el hospital de Baleares con la idea de mantenerlo. Pero un centro sanitario de este tipo y volumen no puede mantenerse al margen de la red pública, no tendría sentido para una organización como ésta. En algún momento hubo dificultades y había que decidir qué hacer con él, si reformarlo o no. Gracias al acuerdo y convenio firmado con el Govern en 2019 nos permite ser optimistas y decir que está asegurado.

Se plantean incluir un servicio para pacientes de seguros privados, ¿ya sucede en otros de sus hospitales?
—Puede haber acuerdos con compañías de seguros, es normal dentro de la actividad propia del hospital. Hasta ahora los pacientes son del IB-Salut pero podrá haber acuerdos si no perjudica a la actividad propia del hospital. Ahora mismo se puede rendir con todas las garantías. Reúne todos los requisitos para dar una atención de primer nivel.

Cruz Roja ha tenido un papel fundamental en la pandemia de la COVID-19, ¿en qué aspecto ha necesitado más ayuda la población?
—La primera preocupación fueron las personas mayores que viven solas y con problemas de movilidad. En el confinamiento hicimos cientos de miles de llamadas en pocos días para saber si necesitaban algo, ese tipo de apoyo. En la pandemia hemos incorporado casi 79.000 personas voluntarias. Hay que pensar que algunos estaban en edad de riesgo y se suplió con muchos jóvenes. Unos 25.000 se pusieron a trabajar de un día a otro, llevando alimentos o medicamentos, acompañando en gestiones... Nos pusimos a disposición del Ministerio de Sanidad. También nos ocuparnos de niños de familias vulnerables que vieron interrumpida su educación. Nos suministraron tarjetas para que tuvieran conectividad y donamos tabletas. Además pusimos en marcha el servicio de Cruz Roja te escucha porque los servicios sociales de las administraciones estaban saturadas. La respuesta social fue muy importante. Creo que, quizá, lo único bueno de la pandemia es que nos ha enseñado a trabajar juntos: organizaciones, administraciones y población y eso fue definitivo para no colapsar.

¿Habrá renovación generacional en el voluntariado?
—Los jóvenes son comprometidos, eso lo hemos visto, pero su compromiso en el tiempo es menos generoso que el de una persona de más edad. Es nuestra labor ser ágiles para que todo el voluntariado tenga actividad, gestionarlo es complejo. En España contamos con 225.000 voluntarios (y 1.350.000 socios). En esta pandemia lo incrementamos.

¿Cree que Baleares es una comunidad solidaria?
—Aquí ha habido 1.805 voluntarios que han atendido a 93.000 personas con el Plan Responde. En total se han dado 316.651 respuestas a la población, algunos requerían más de una, ya sea alimentos, tablet, o acompañamiento. Son datos esperanzadores. Como organización estamos muy orgullosos de las respuestas.

Decían que saldríamos mejores pero la brecha social se ha agravado.
—Está claro. No habíamos terminado de salir de la crisis económica de 2008, y es una pena porque avanzábamos. Ahora hay más ricos y más pobres. Esa incidencia es importante y se tardará tiempo y esfuerzo en ir equilibrando. Pero no sólo eso, ha aparecido una vulnerabilidad nueva: la cantidad de personas con secuelas psicológicas.

¿Qué opina del Ingreso Mínimo Vital aprobado por el Gobierno?
—Es un paso muy importante aunque otro problema puede ser la aplicación. El mismo Gobierno se ha dado cuenta de que no llegaba al número de personas previsto. Hay que pensar que hay nuevas formas de familia. Pueden vivir dos y tres en un mismo domicilio, y se debe tener en cuenta. Como que alguien se empadrone en el banco de un parque… Si la gente no tiene vivienda no les podemos dejar fuera del sistema.

En Baleares, una de las funciones más visibles de la Cruz Roja tiene que ver con la llegada de pateras. ¿Le da la Administración la importancia que tiene?
—No tengo la más mínima duda pero es un tema complejo porque las rutas de llegadas van cambiando. Hemos visto temporadas en Canarias y ahora parece que se van dirigiendo en Baleares. En 2020 atendimos 1.452 personas y 2021 no ha terminado ya llevamos 1.836.
Claramente hay una ruta y la mayoría vienen de Magreb. Quiero destacar la importancia de los voluntarios, porque hay personas que se levantan dos y tres veces en una noche para atender de forma voluntaria a pateras.

¿Cuál sería la solución para regular este flujo de inmigración?
—No nos puede llamar la atención que alguien sin recursos o que vive en medio de conflictos armados quiera huir. Por lógica hay migración e influye la economía y el cambio climático. Hay que invertir más en cooperación internacional y si al final conseguimos que tengan una economía estable habría menos desplazamientos. Es complejo pero hay que afrontarlo e ir a la raíz del problema.

Paralelamente han participado en la labor de evacuación de Afganistán tras la llegada de los talibanes, ¿se hicieron bien las cosas?
—Somos una organización humanitaria, trabajamos donde hay necesidad pero no participamos por un principio de neutralidad e independencia. Si hay alguien que sufre, ahí estaremos al margen de gobiernos o circunstancias.