Casi 95.000 personas consumieron algún tipo de ansiolítico o antidepresivo durante el pasado mes de marzo, según se desprende de los datos de prescripción que maneja el IB-Salut. En aquel mes, en que se decretó el estado de alarma y el país entero se confinó en sus hogares, el consumo de estos medicamentos creció un 11 % respecto a marzo del año anterior.
Sin embargo ése fue el pico de consumo de lo que llevamos de año y de pandemia pues en abril se pasó de 94.961 fármacos a 91.512, y en mayo, coincidiendo con el inicio de la desescalada, la cifra bajó a 87.793 personas, curiosamente, más de un 2 % menos que en el mes de mayo de 2019, cuando el mundo apenas conocía la existencia del coronavirus SARS-CoV-2.
Plan de contingencia
Salut constata que hubo «una bajada potente del consumo de ansiolíticos y antedepresivos en el mes de mayo», según advierte Oriol Lafau, coordinador autonómico de Salut Mental de Balears. «Tiene que ver con el plan de contigencia que se hizo a nivel farmacológico, ya que se dispensaron el doble de medicamentos para que la gente no saliera de casa, a través de la receta electrónica», explica.
La lectura de marzo está clara porque hubo un aprovisionamiento, de ahí que subiera en consumo. Los últimos niveles registrados, sin embargo, están por debajo de los del mes enero o del mayo del año anterior, algo que hace pensar que «el tratamiento telémtico de salud mental ha funcionado porque se han seguido. La gente esperaba la llamada y entendía las consignas terpaéuticas», considera Lafau que cree que los datos son la constatación de que fue muy bien. En realidad, «la gente no ha tirado mucho más de ansiolíticos. Los que lo tomaban lo siguen haciendo y no se consume más por haber estado confinado», considera.
La culpa
Oriol Lafau asegura que hay una reflexión por hacer: «En la crisis de 2008 la gente lo pasó muy mal pero se culpaba al banco, a los políticos... La culpa ahora es del virus y es difícil ponerle cara», explica. Lo que hace prever que esta crisis sea «más introspectiva», es decir, cada uno lo gestiona como puede. La lectura es sociológica, «ha sido un proceso más interno que tiene mucho de la responsibilidad de cada uno».
El problema es que la salud mental está ahora frente a su peor variable que es la incertidumbre y más allá de los efectos del confinamiento, «hay una vertiente económica que seguramente conllevará un aumento de los problemas», reconoce el coordinador autonómico.
Nadie sabe qué pasará en otoño por lo que muchos expertos hablan ya de la cuarta ola, o la ola de salud mental que estaría por llegar. Ante la perspectiva, el Servei de Salut ha planificado una posible atención teléfonica para los casos más leves y prevé seguir prestación presencial en los graves.
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