El objetivo final del equipo español, ganar el Europeo, era poco menos que una quimera, habida cuenta la cantidad y calidad de las bajas que presentaba en esta ocasión. El comienzo tampoco fue bueno, en juego y resultados, y pocos creyeron en poder lograrlo. Salvo, quizás, los propios jugadores.
Pero este equipo desde que subió a lo más alto del podio en el Mundial de Japón 2006 ha sabido ser fiel al éxito y ha encadenado la década más gloriosa del baloncesto español y escrito gestas a la altura de los equipos más laureados de la historia.
Compromiso, pasión y esfuerzo han sido las claves de un nuevo éxito, sea cual sea el resultado de la final en Lille (Francia) ante Lituania.
España cerró la primera fase jugando una final contra la Alemania de Dirk Nowitzki y la superó con trabajo y sacrificio. Ante Polonia, en los octavos de final, venció con más holgura aunque, todavía, sin dar señales de excelencia.
Grecia y los cuartos de final fueron el primer muro insalvable. Los griegos, con la mejor selección de los últimos años, llegaron invictos a jugar contra un equipo español que parecía atacable, sin la calidad de otros campeonatos y que estaba atenazado por su propia debilidad. Ahí se dio un paso al frente y se consiguió un tremendo triunfo que abrió de par en par las opciones de tocar el cielo.
Pero la crueldad del calendario, por los resultados obtenidos en la primera fase, determinó que España tuviera que afrontar el camino más espinoso, topándose con Francia, la anfitriona y vigente campeona de Europa, en una semifinal imposible.
Hace un año Francia apeó a un equipo español desnortado del Mundial, en los fatídicos cuartos de final y en Madrid. Ahora un año después, los hados daban la oportunidad de resarcirse de aquel hecho.
Ante casi 27.000 espectadores, ante la Francia más completa de casi siempre, con seis jugadores NBA en sus filas, ante todas las adversidades, con Rudy Fernández casi fuera de combate por dolores en la espalda y con Pau Gasol advertido de lesión en su gemelo derecho, surgió el equipo campeón en el que se ha convertido España en la última década.
La selección se aferró a sus escasas posibilidades y trabajó, luchó, no se rindió. Pudo haber ganado en el tiempo reglamentario pero un triple sideral de Nicolas Batum se lo impidió y tuvo que jugar una prórroga.
Al límite de sus fuerzas, de su capacidad y de su entrega, el equipo español emergió de entre sus dudas para, liderado por un Pau Gasol para el que se han acabado los elogios, por manidos, volver a escribir una gesta que será recordada por todos.
Ahora, en la final, España tiene que bajar del pedestal en el que le han puesto los resultados y los elogios para volver al barro, al trabajo y al esfuerzo.
Solo así el equipo tendrá la opción de volver a dominar Europa en el que sería su tercer oro europeo. Lituania es una gran selección que ha tenido un camino parecido, que llega con moral y con las mismas intenciones y merecimientos. Y no hay que menospreciarla. En semifinales eliminó a la otra gran aspirante al título, Serbia.
3 comentarios
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Força Lituània !!!
Mucha euforia (comprensible), pero que nadie ningunee a Lituania porque se equivocará.
España?... qué España !?.. si esto es EJPAÑISTÁN.