Luis Aragonés medita en el banquillo durante un entrenamiento de la selección en Alemania. Foto: FÉLIX ORDÓÑEZ
Con las cenizas del fracaso todavía en la hoguera, el futuro de Luis Aragonés acapara ahora todas las miradas. Esclavo de las palabras que pronunció a mediados del pasado mes de mayo, cuando afirmó que abandonaría el cargo si no quedaba en una «posición digna» -llegar a las semifinales-, el seleccionador insinuó ayer que cumplirá y cogerá las maletas. «Ya dije lo que iba a hacer y es cuestión de esperar unos días. Las decisiones hay que tomarlas con frialdad». Si Luis cumple su palabra, se irá. Aunque hay precedentes que invitan a pensar lo contrario, Aragonés arrojará la toalla. El mazazo de la eliminación en octavos de final ante Francia, jubilada antes de tiempo por un sector de la prensa, se suma a la ristra de fracasos y frustraciones que acumula la afición cada dos o cuatro años.
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