Riquelme se lamenta del penalti detenido por Lehmann en el último minuto del partido de ayer en El Madrigal.

VILLARREAL: Barbosa, Javi Venta, Peña, Quique Alvarez, Arruabarrena, Josico, Senna, Riquelme, Sorín, Franco y Forlán.

Cambios: José Mari por Josico y Roger por Arruabarrena.

ARSENAL: Lehmann, Eboué, Touré, Campbell, Flamini, Gilberto, Hleb, Cesc Fabregas, Ljungberg, Reyes y Henry.

Cambios: Clichy por Flamini y Pirés por Reyes.

Àrbitro: Valentin Ivanov (RUS). Sin tarjetas.

Efe|VILLARREAL
El guardameta alemán Jens Lehmann despertó ayer al Villarreal de su sueño más dulce y le privó, con un penalti parado en el minuto 88 de partido al argentino Román Riquelme, de acceder a la final de la Liga de Campeones en la que si que estará el Arsenal (0-0) el próximo 17 de mayo en París.

El Arsenal se encomendó a su sistema defensivo a lo largo de todo el partido para, además de disputar la final de la máxima competición continental, encadenar su décimo partido sin recibir un gol. Todo un récord. Además, Lehmann adornó la estadística con un penalti parado a uno de los mejores especialistas.

Fueron los villarrealenses los que llevaron la batuta todo el partido, disfrutaron de las únicas ocasiones de gol del partido. Superó prácticamente en todo al Arsenal salvo en una cosa, pero la más importante: el marcador.

Las intenciones de ambos equipos se vieron desde el primer minuto. El Villarreal a la carga, pero mirando de reojo a su rival y el Arsenal a conservar el tesoro que en forma de gol había conseguido en la ida y apostado en busca de su mortal contragolpe.

Así, el equipo del francés asumió el papel que se preveía. Con un único punta -Thierry Henry-, cedió el balón a su rival, pero con la intención de largar algún balón arriba con el que algún cañonero pudiera torpedear al 'submarino amarillo'.

Al igual que en la ida, Arsene Wenger dispuso de un centro del campo poblado con una misión clarísima: anular a Román Riquelme, sabedor de que controlado el 'comandante' argentino las opciones de éxito de su rival descendían muchos enteros.

Al cuarto de hora, el Villarreal se había hecho con el partido. Con un dominio territorial total se fue en busca de ese gol que abriese el camino hacia la final de París, si bien las ocasiones claras de gol ante la meta del alemán Jens Lehmann fueron escasas en esos momentos.

Hasta tres hombres cerraban el paso en casi cualquier acción de Riquelme, con el objetivo de no dejar pensar a la estrella argentina y, sobre todo, neutralizar su último pase mortal.

Perdida la ebullición inicial del equipo del chileno Manuel Pellegrini, apareció la figura del español Cesc Fabregas en el centro del campo de los gunners, bien acompañado en labores más grises por su 'escudero' Gilberto Silva. El organizador catalán se echó el equipo a la espalda. Por él pasaban casi todos los balones del conjunto londinense y logró, en gran medida, desatascar el medio campo.

Sin embargo, cuando el partido se acercaba al intermedio el Villarreal se rehizo y llegaron las aproximaciones y ocasiones más claras de los locales a la portería inglesa. El Arsenal andaba algo dormido y ansiaba que sonase la campana cuanto antes ante las andanadas de su última hora de su rival, incluido un envenenado lanzamiento de falta directa de Riquelme.