La derrota de Carlos Moyà, finalista en 1997, marcó la jornada
española en el Open de Australia. Para Moyà, de 29 años, perder
contra el talentoso jugador rumano Andrei Pavel, por 6-4, 7-6 (5),
4-6, 3-6 y 6-4, en casi cuatro horas fue un duro golpe. Más por la
forma que por el resultado en sí, pues la suerte del partido se
decidió prácticamente en dos «malos juegos», como así apreció el
jugador mallorquín, y porque supone una oportunidad perdida más,
quizás de las últimas, que «Charly» podrá disfrutar en
Melbourne.
Carlos se había preparado este año para esta primera cita como
pocas veces. Siete semanas de pretemporada se vieron en Madrás,
donde alcanzó la final ante el croata Ivan Ljubicic, eran sus
premisas. Pero los tres días de inactividad para descansar de la
lesión en la cadera que le hizo retirarse tras superar en la
primera ronda de Sydney a Grosjean le pasaron factura. Errático con
su saque, sufriendo en cada juego que le tocaba servir, con 66
golpes fallados, se desinfló en los dos últimos del quinto set
contra Pavel, después de haber luchado para remontar, y también un
4-1 en la quinta.
El fiasco le hace, no solo mantenerse en su decisión de no
acudir si se produjera, a la llamada del capitán de Copa Davis
Emilio Sánchez, para la eliminatoria contra Bielorrusia en Minsk el
próximo mes, sino también reconocer que el tiempo pasa y que sus
oportunidades de repetir la hazaña de 1997 en Melbourne son
escasas.
«Obviamente cuanto mas pasa el tiempo, mas difícil es. Aparte
hay jugadores jóvenes que van llegando», dijo Moyà al respecto.
«Había hecho siete semanas de pretemporada algo que no hacía des
hace mucho tiempo, había llegado muy bien preparado. Es un palo
fuerte, pero si tienes dos semanas buenas, luego puede haber
sorpresas. Pero las oportunidades son cada vez menores», comentó
sobre Melbourne.
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