Emilio Butragueño, vicepresidente del Madrid, confirmó en rueda de prensa la decisión de la junta directiva de destituir al técnico brasileño Vanderlei Luxemburgo, y dar las riendas del primer equipo, de forma provisional, a Juan Ramón López Caro, hasta ayer entrenador del Real Madrid Castilla.

Después de tres horas y media de junta extraordinaria de la directiva en pleno del Real Madrid, Emilio Butragueño ratificó el adiós de Luxemburgo y sus cuatro ayudantes brasileños y la apuesta por López Caro.

«Ha sido una tarde larga para todos. La junta directiva del Real Madrid ha decidido que Vanderlei Luxemburgo no continúe como entrenador de la primera plantilla. Queremos darle las gracias por el trabajo realizado desde que se incorporó las pasadas navidades. No ha sido una decisión fácil, pero la junta directiva ha considerado que la situación del equipo ha llegado a un punto en el que se necesitaba un cambio».

«De manera provisional Juan Ramón Lopez asumirá la responsabilidad de dirigir al primer equipo y en las próximas semanas, de forma más tranquila, tomaremos una decisión definitiva».

Butragueño hizo públicas las razones por las que Luxemburgo no seguirá entrenando a la primera plantilla del club. «El rendimiento del equipo no responde a las expectativas».

«No ha sido fácil tomar esta decisión. Vanderlei es un profesional, nos da tristeza, pero a veces hay que tomar decisiones. Ha sido unánime. Todos estamos de acuerdo. Es el momento de dar un giro con la esperanza de que todo sea para bien». El vicepresidente informó de que en la larga junta extraordinaria todos los miembros de la directiva mostraron su opinión e incluso al final Arrigo Sacchi, y su adjunto Ramón Martínez, mostraron sus impresiones.

Butragueño admitió que la junta ha tomado también la decisión sobre el sustituto de López Caro en el Real Madrid Castilla y que será el mismo equipo técnico del filial el que dirigirá desde ahora al primer equipo.

«Pensamos que podemos jugar mucho mejor. Estamos preocupados, es normal, tenemos una afición muy fiel, cada vez hay más aficionados del Real Madrid en todo el mundo que esperan títulos. La destitución no es por lo de ayer, es algo más general y global, confiamos que sea una decisión positiva».

Luxemburgo cumplió 339 días al frente del banquillo blanco en los que no consiguió ningún título aunque tampoco completó ninguna temporada, inició su andadura con una victoria y la cerró con otra, aunque nada le sirvió para seguir al frente de los madridistas.

Luxemburgo, «el comandante», llegó al vestuario merengue con la vitola de ser el entrenador más laureado del campeonato brasileño. A sus 53 años había conseguido cinco títulos de Liga; Palmeiras (1993 y 94) Corinthians (1998), Cruzeiro (2003) y Santos (2004), además de conducir al Bragantino al centro nacional en Segunda División (1989) Campeonato brasileño. En su trayectoria también destacaba la Copa América lograda con la selección brasileña en 1999.

Luxemburgo llegaba al Real Madrid con fama de duro, trabajador y con el perfil de ese tipo de entrenador que no se casa con nadie. En poco tiempo demostró que su fama estaba bien ganada porque no dudó en sentar a Ronaldo, estilete del equipo, en cuanto lo creía conveniente.

Sin embargo el mayor pulso tuvo nombre y apellidos: Luis Figo. En un trascendental encuentro contra el Barcelona, osó dejarlo en el banco para dar entrada a Michael Owen. La jugada le salió perfecta y ganaron 4-2.

La Liga no pudo ganarla. Ni tampoco a la afición. A favor tenía que cuando llegó estaba a trece puntos del Barcelona y el juego debía dejarlo para otra temporada. Sólo interesaba la victoria. Ahí se movió como pez en el agua. El Bernabéu se aburría. El Madrid le daba el balón al rival y jugaba al contragolpe de Ronaldo. Pero todo se perdonaba.

Hasta se le perdonaron los dos descalabros en Copa y Champions: el primero, pese a ser derrotado por un Segunda División, el Valladolid, porque apenas llevaba tres semanas en el cargo. El segundo porque perdió contra la Juve de Capello.

Oportunidad
Finalmente, el equipo quedó a cuatro puntos del Barcelona y a Luxemburgo se le dio la oportunidad de empezar una temporada desde el inicio. Con pretemporada incluida y con los fichajes a su gusto. El equipo fichó a dos brasileños más, Baptista y Robinho y además trajo a uno de los jugadores españoles con más proyección: Sergio Ramos. Todo aderezado con los fichajes de Pablo García y Diogo. El brasileño ya no tenía excusa. Empezaba en igualdad de condiciones y el público quería espectáculo. Pero este nunca apareció. Bien es cierto que la plaga de lesiones que azotó al equipo se cebó en los jugadores clave, pero no es lo menos que el equipo nunca dio la sensación de saber a qué jugaba.

Del cuadrado mágico se pasó a un 4-2-3-1. Del contragolpe a intentar tener el balón. De Beckham en el medio centro a la banda. Pablo García por Gravesen. Baptista por la izquierda y luego por el centro. Robinho de delantero centro, de segunda punta, de extremo... al final la paciencia se agotó. Y lo hizo contra el Lyon. Al equipo sólo le valía una goleada y cambió a Beckham por Michel. Esto encendió a la grada. A la semana siguiente, tras un empate en San Sebastián y la pírrica victoria contra el Getafe, se hizo realidad.