El nombre de Rafael Nadal ilumina un Roland Garros, que arranca hoy, donde el balear aspira a convertirse en el segundo tenista en que consigue el título en el año de su debut, después de que lo lograse Mats Wilander en 1982, y donde la Armada confía en regresar a la senda de las victorias después de que el año pasado no situase a ningún representante en las finales individuales. Es en París donde el mallorquín debe demostrar todo lo que le han estado atribuyendo los medios y los aficionados en los últimos meses. Nadal se encuentra en todos los pronósticos de cara a la victoria final. Hasta el propio Roger Federer, el número uno mundial, no duda en afirmar que es el principal candidato a conquistar la Copa de los Mosqueteros, aunque quizás en un intento por su parte de evadir responsabilidades y presión en un torneo que es el único de los grandes que se le resisten y pese a que ha certificado su adaptación a la tierra batida con su victoria en Hamburgo, olvidando los problemas físicos que arrastraba en las últimas semanas.

Los números del manacorí le avalan. Es el tenista que llega a París con más victorias sobre esta superficie. Cinco títulos, los logrados en Salvador de Bahía, Acapulco, Barcelona, Montecarlo y Roma, que acompañan al logrado la pasada temporada en Sopot, el único que hasta el momento presentaba su palmarés en individuales, y que le han permitido mirar sin complejos al propio Federer, líder indiscutible del tenis mundial, alejándose de la creencia popular del que el suizo se encuentra a un nivel diferente al del resto de los mortales. Unas victorias que le han convertido en uno de los terrícolas más consumados del momento, aunque el siempre mostró sus preferencias por el verde de Wimbledon, donde, sin embargo, el propio Nadal siempre reconoció lo tendría «más difícil» para luchar por una victoria. Aunque tampoco el camino hacia la Copa de los Mosqueteros resulta fácil en París.

Testigo de ello son jugadores como Thomas Muster o Marcelo Ríos que en su día también partían como claros favoritos ante el segundo Grand Slam de la temporada y que vieron como sus opciones se difuminaban en el horizonte y es que las pistas de Roland Garros se han convertido en el escenario de las pesadillas de algunos de los mejores jugadores de la historia como John McEnroe o Pete Sampras, que cerraron sus carreras sin conseguir el título. Más si cabe será para un tenista que en la presente edición debutará en París después de perderse las dos anteriores ediciones por lesión. Tan sólo Mats Wilander, en el 82, consiguió el título en su estreno. Sumar un nuevo hito a una carrera precoz es su objetivo, aunque el balear es claro al aclarar que su objetivo inicial es «divertirme como casi siempre».