«Es una crónica de mis 30 años en la isla, con nostalgia por un
mundo perdido y por una utopía que creímos posible». Con estas
palabras Philippe Rotthier resumió ayer a este periódico el
contenido del libro que acaba de aparecer en la editorial del TEHP;
un arduo trabajo de recopilación y ordenación de materiales en el
que ha tenido una notable intervención Vicente Valero. «Leyó todos
los textos y decidió que los incluyéramos todos, aunque algunos dan
hasta risa, porque había en ellos tanta ilusión que vistos desde
hoy parecen ingenuos», apuntó el prestigioso arquitecto belga
residente en Sant Josep.
Todas las fotografías del volumen son de su paisano Phillippe de
Gobert, «uno de los mejores fotógrafos belgas de arquitectura y
también un artista. Tiene 30 años de fotos de la isla, porque
vuelve cada tres o cuatro y hace más; así que es otro testimonio,
paralelo al mío propio». La introducción es del ibicenco Bartolomé
Marí, coordinador del Centro Internacional de Cultura Contemporánea
Donostia. «Es el más joven de todos mis amigos, me conoce desde
hará unos 25 años; fue al colegio en Sant Josep con mi hija, que
ahora tiene un niño nacido aquí; así que ya soy un abuelo
ibicenco». «Gustinet conoce muy bien mi manera de trabajar, de
aprehender las cosas y de vivirlas, muy diferentes de cómo lo hago
en Bruselas».
Desarrollado de forma cronológica por capítulos, todo el libro
es un testimonio ampliamente documentado de una forma de entender
la isla, una filosofía existencial y política que hunde sus raíces
en el espíritu de mayo del 68 parisino. «Cuando llegué a la isla
era el final del movimiento hippy, que surgió en la isla por el 68,
cuando la película 'More', con la idea de cambiar el mundo con otra
forma de entender la política y dando más importancia a la
ecología», recordó el arquitecto. «En 1973, a mi alrededor
empezamos una vida de comuna con la idea de trabajar, vivir y
restaurar las casas payesas. Mi casa era un poco el centro de todo
un movimiento de artistas, filósofos, escritores, arquitectos,
estudiantes belgas que venían a pasar un tiempo con
nosotros...».
Todos los texto son originales de Philippe Rotthier, «una
crónica de lo que he hecho, visto y sentido», apuntó. Pero no todo
es nostalgia, como lo demuestra la parte final del volumen, en la
que propone soluciones (a veces a contracorriente de las ideas de
sus amigos) sobre algunos «desastres» señalados del desarrollo
urbanístico de la isla. Así esta reflexión al respecto: «Con el
pretexto de esponjar estamos a punto de sepultar toneladas de
escombros de edificios inacabados o antiguos. Hay que conservar lo
que todavía pueda ser útil y lo que aún pueda servir a las
generaciones futuras. Una arquitectura ecopacifista pondrá fin a la
extinción del paisaje, memoria del lugar. Hay que deponer las armas
de destrucción masiva y enarbolar nuestra bandera, la del pacto de
la alianza con la naturaleza».
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