JOSE A.PASCUAL (EFE)
La selección española recuperó la alegría, y lo hizo en el momento más oportuno, ante Francia, la campeona mundial y europea, con lo que terminó de un plumazo con veinte años de maleficio, en los que no había conseguido superar nunca a sus vecinos. A los hombres de Camacho les costó una enormidad jugarle al principio a Francia, un conjunto perfectamente armado, como no podía ser menos, con una contundencia defensiva a prueba casi de bombas. Era una roca prácticamente indestructible.
La presión de los hombres de Roger Lemerre se acercaba a la perfección. Casi siempre conseguían hacer un tres contra uno que ahogaba a los jugadores españoles. Zinedine Zidane, con su magia entre líneas, dejó muestras de su gran calidad en el primer periodo, pero solo algunas gotas, aunque la primera fue medio gol de no haberlo evitado Santiago Cañizares, quien relevó hoy en la portería española a Iker Casillas. La selección española tuvo la fortuna de encontrarse con el tanto de Iván Helguera poco antes del descanso, al rematar de cabeza un centro desde la derecha de Gaizka Mendieta, pero fue una acción aislada dentro de un contexto de control francés y del quiero y no puedo de los pupilos de Camacho.
No acabaron ahí las alegrías para el jugador cántabro, ya que al poco de iniciarse el segundo periodo hizo una bella pared con Morientes que aprovechó su compañero en el Real Madrid para cruzar con precisión el balón y establecer el 2-0.
España por fin se lo creyó y se desmelenó con juego fluido y calidad, y Francia acusó el tanto de manera inesperada. Ese empaque había desaparecido y durante unos compases fue casi un juguete. El técnico galo no tardó en tomar más medidas. Primero mandó salir a Pires y luego, justo después de una gran ocasión de Henry, mandó a Zidane al banquillo e introdujo a Micoud. Camacho respondió con la entrada de Baraja en lugar de Helguera para buscar más recuperaciones y más control en el centro del campo. Hubo tensión, nervios y enfrentamientos como si fuera un partido oficial. Era un amistoso, delicioso al fin para España, que ansiaba la revancha y la tuvo, aunque al final sufrió ya que Trezeguet acortó distancias.
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