MARCO TORRES Una vez más los cuatro kilómetros de carretera que componen el recorrido de la Pujada a la Cala fueron el escenario de un espectáculo paralelo al de los motores y las ruedas sobre el asfalto. Alrededor de 6.000 personas se posicionaron estratégicamente a lo largo del citado trazado, ocupando las diferentes curvas que lo jalonan.

La gente empezó a llegar antes de las nueve de la mañana, incluso los hubo que se decidieron a instalar la tienda de campaña en una de las curvas del recorrido, donde pasaron la noche del sábado al domingo.

Sin embargo, la mayoría de los aficionados llegaron a la carretera de la Cala una vez hubo terminado la tercera y última sesión de entrenamientos. A pesar de que la cifra de 6.000 supone la mitad de lo que se calculó el año pasado, cuando la prueba llegó a su tope con 12.000 espectadores, las personas que se decidieron a pasar la mañana del domingo en la Cala fueron parte importante del ambiente que rodea a la competición.

La música instalada en los diferentes puntos de avituallamiento para los espectadores, además de en la salida, y el ruido de los coches y el olor a gasolina hicieron el resto.

La espectacularidad de los coches arrancando en la línea de salida y subiendo por la recta que da acceso a la primera curva del recorrido fue la misma de los años anteriores.

A todo ello hay que sumar el clima, que en contra de lo que se pensaba y vaticinaba fue excelente y acompañó a la carrera facilitando el pilotaje de los participantes, ya que estaban previstas lluvias. El agua habría sido un mal acompañante de la competición ya que hubiese hecho mucho más peligrosa la subida, aumentando el riesgo de accidentes y desluciendo la prueba y sus resultados.