Una vez más los cuatro kilómetros de carretera que componen el
recorrido de la Pujada a la Cala fueron el escenario de un
espectáculo paralelo al de los motores y las ruedas sobre el
asfalto. Alrededor de 6.000 personas se posicionaron
estratégicamente a lo largo del citado trazado, ocupando las
diferentes curvas que lo jalonan.
La gente empezó a llegar antes de las nueve de la mañana,
incluso los hubo que se decidieron a instalar la tienda de campaña
en una de las curvas del recorrido, donde pasaron la noche del
sábado al domingo.
Sin embargo, la mayoría de los aficionados llegaron a la
carretera de la Cala una vez hubo terminado la tercera y última
sesión de entrenamientos. A pesar de que la cifra de 6.000 supone
la mitad de lo que se calculó el año pasado, cuando la prueba llegó
a su tope con 12.000 espectadores, las personas que se decidieron a
pasar la mañana del domingo en la Cala fueron parte importante del
ambiente que rodea a la competición.
La música instalada en los diferentes puntos de avituallamiento
para los espectadores, además de en la salida, y el ruido de los
coches y el olor a gasolina hicieron el resto.
La espectacularidad de los coches arrancando en la línea de
salida y subiendo por la recta que da acceso a la primera curva del
recorrido fue la misma de los años anteriores.
A todo ello hay que sumar el clima, que en contra de lo que se
pensaba y vaticinaba fue excelente y acompañó a la carrera
facilitando el pilotaje de los participantes, ya que estaban
previstas lluvias. El agua habría sido un mal acompañante de la
competición ya que hubiese hecho mucho más peligrosa la subida,
aumentando el riesgo de accidentes y desluciendo la prueba y sus
resultados.
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