El último Tour de Francia del milenio concluyó en la capital francesa con la opinión unánime de que se ha visto ciclismo de alta escuela. Para ello, dos hombres han resultado cruciales, el indiscutible ganador y el italiano Marco Pantani, que abandonó el Tour después de quemar todas sus naves. Armstrong y Pantani han protagonizado etapas de auténtico lujo. El estadounidense selló su pasaporte al triunfo en la subida a Hautacam, en los Pirineos, donde exhibió una fuerza extraordinaria que le aupó a la primera posición de la general, lugar que ya no abandonaría.

Pantani llegó al Tour tocado tras su año en blanco por la expulsión de la edición del Giro de Italia de 1999, pero el de Mercatone dejó claro que sigue siendo uno de los grandes escaladores y ha dejado grabadas para siempre las imágenes de su magnífica ascensión al mítico Mont Ventoux. El 13 de julio, con un viento de casi ochenta kilómetros a la hora, Armstrong y Pantani asombraron y emocionaron con su subida al monte pelado. En la cima, un generoso Armstrong le cedió la victoria a su rival en agradecimiento a su esfuerzo, pero a Pantani no le sentó nada bien esa amabilidad y tras la etapa se cruzaron duras descalificaciones.

Armstrong demostró cada día que es el mejor corredor. Sólo sufrió una crisis grave en la subida al Joux Plane después de un ataque de Roberto Heras. «Tuve mucho miedo al principio, pero tenía mucha ventaja en la general y estaba preparado para perder algo de tiempo. Mi director deportivo me recordó que le sacaba siete minutos y medio a Ullrich en la general y que no era necesario sufrir más de la cuenta. Me sentí sin fuerzas y lo pasé bastante mal. Fue el día más duro de mi carrera», llegó a reconocer el corredor. Salvo ese día, Armstrong se mostró muy superior a los demás y corroboró su supremacía con la victoria en la contrarreloj de Mulhouse, en la que Ullrich también completó una gran carrera y firmó el segundo puesto, a la vez que Beloki hizo lo propio con el tercero.