Etxeberria rodea con los brazos a Raúl en el entrenamiento de ayer.

España ha decidido abrazarse al talento como mejor recurso para seguir vivo en una Eurocopa que ha castigado a los mediocres. Se ha apoyado el combinado nacional en la zurda de seda de Raúl, en la sensibilidad de Guardiola, en la versatilidad de Mendieta y en la conjunción de quiebro y gol de Alfonso para intentar reventar una estadística que persigue a la selección en las grandes citas.

Todas las virtudes de España se han alineado para rescatar a un balompié que sólo entiende de sonrisas y alegrías a nivel de clubes. El certero remate de Alfonso ante Yugoslavia, cuando las manecillas del reloj exigían un descanso, ha levantado el ánimo de los aficionados españoles y ha recuperado la admiración de una porción de Europa que había tachado a España de la lista de los elegidos. Camacho ha ordenado pasar página. El de Cieza quiere que la selección escape de la euforia y piense sólo en el campeón del mundo, entre otras cosas, porque apenas hay margen para el error. Una derrota engordaría la nómina de fracasos y enviaría a la expedición de vuelta a Madrid. Francia es ahora la referencia y Zidane la obsesión.

Y mientras, la hierba recupera el esplendor. Portugal y Turquía buscan un hueco en semifinales con dos estilos antagónicos de concebir el juego; la dulzura del fútbol luso se cruza con la concepción de esquema y sobriedad de los turcos. A cada carrera de Figo le responderá una diagonal de Arif y cada envío de Rui Costa será contestado con un desmarque de Sukur. No habrá tregua. Los de Coelho han enamorado por su sencillez y practicidad y los de Denizli han impresionado desde la humildad y el trabajo.