Junto al dique de es Botafoc se alzaban ayer tres cruceros. Desde la distancia parecían dos. Había dos grandes buques y otro más pequeño que no tenía el calibre habitual de las grandes embarcaciones que traen miles de personas en su panza.
«La programación decía que eran dos cruceros», indicaba ayer una comerciante de la Marina, mostrando incluso el PDF con la programación anual de cruceros en el puerto de Ibiza. Así era. Estaba previsto que los atraques de cruceros estuvieran más repartidos esta semana. Ayer había dos escalas, hoy otras dos, mañana una y el sábado todavía otra. Sin embargo, el crucero Jewel of the Seas adelantó su llegada a Ibiza por un tema de operativa. Hoy no había espacio para él a primera hora, por lo que se decidió adelantar la escala ibicenca.
Así que, para mayor disfrute de sus pasajeros, el Jewel of the Seas se sumó ayer al MSC Seaside y al World Voyager. Este último fue el más madrugador ya que atracó en los muelles de es Botafoc a las 09.22 horas con 49 pasajeros a bordo atendidos por una tripulación de 115 personas. Este crucero de lujo tiene la apariencia de un megayate y capacidad para 200 personas. Con más de 100 metros de eslora, no es un barco pequeño, pero al lado de los otros dos que había en puerto pasaba casi desapercibido. A bordo había principalmente pasaje de Portugal, desde donde salió el pasado 28 de septiembre para una travesía por el Mediterráneo.
El segundo en llegar a puerto fue el MSC Seaside, a las 11.36 horas. Con algo más de 4.000 pasajeros a bordo, este barco si tiene la apariencia de hotel flotante habitual de los yates. Ibiza es su última parada antes de llegar al puerto de origen, el de Valencia, donde concluirá un viaje de ocho días en el que sus pasajeros han visitado Francia, Italia y España.
Pasado el mediodía, a las 12.20 horas, llegaba el Jewel of the Seas con 2.014 personas a bordo, que puso a las 21:00 horas rumbo también a Valencia.
Agradecen las escalas
Así, algo más de 6.000 personas se acercaron al casco histórico de Ibiza, si bien algunos recorrieron la isla en diferentes excursiones, en la última parada triple de la temporada. Los comerciantes y hosteleros esperaban como el maná esta parada, pero, al menos a las 14.00 horas, no había dejado todo el resultado esperado. «Los de hoy [por ayer] apenas se están notando», lamentaba Ana de la tienda de productos ibicencos L_mental en Dalt Vila. Eran las 13.30 horas y su negocio había recibido pocas visitas.
«No sé de qué depende que sean mejores o peores cruceros. Cuando llegan los de la Virgin, por ejemplo, suele notarse bastante», detalla, «el de hoy [por ayer] no tanto».
A pesar de todo agradece estas escalas, sobre todo en el mes de octubre, con la actividad turística ya en cuesta abajo. «Septiembre fue muy bien en los días de crucero y octubre esperamos que también». Su producto es fácil de meter en la maleta, en sus estantes abundan las botes de ‘Sal de Ibiza' en pequeño formato y licores de la isla como las hierbas o la frígola en botellas de viaje que indica que se venden muy bien. Pero ayer no.
Al lado, Sara dice que lleva esperando a los cruceristas toda la mañana. «¿Ya han llegado?». Sí, hacía una hora que había atracado el último. «Entonces primero darán un paseo», dice resignada, «a lo mejor muchos se han ido al mercadillo de es Canar». También hace referencia a la gran diferencia que hay de unos cruceros a otros. «Hay veces que hay uno y gastan muchísimo y otras que hay tres y apenas hay clientes», precisa.
Poco o mucho, la presencia de cruceros en puerto dice que se nota siempre. Sobre todo cuando son cruceros buenos. «Después de 11 años y todavía no sé cuáles son», ríe.
En lo alto del carrer Ignaci Riquer, junto a las dependencias del antiguo ayuntamiento, Luca va recibiendo clientes en el bar Es Cafetí. Para él, los meses de septiembre y octubre son mejores que los de pleno verano, pues «hace mucho calor y la gente no sube tanto».
Aún así, a su pequeño negocio dice que estas escalas de cruceros siempre le aportan «algo de vida». «Antes trabajaba en el Croissant Show y, la verdad, que se notaba mucho», cuenta.
Extra muros, en el barrio de la Marina, la presidenta de la Asociación de Vecinos tampoco ha tenido mucha actividad por la mañana, pero espera que la tarde mejore. «Cuando tienen todo incluido muchas veces se quedan en el barco hasta la hora de comer y después ya bajan. Sobre las 16.00 horas los tendremos por aquí», apunta.
Cuando hay crucero dice que tiene abierto hasta que se van los cruceristas. Ayer el último se iba a la 01.00 horas. «Bueno, quizás hoy [por ayer] cierre a las 22.00 horas», sonríe, «ha sido una temporada de mucho trabajo».
Cruceristas
Los pasajeros de los cruceros se asoman en el baluarte de Santa Llúcia a mirar el barco en el que han venido. Muchos se hacen una foto con los cruceros de fondo como diciendo «de allí he salido y hasta aquí he llegado, mirad qué alto estoy».
Se oye mucho el portugués, que hablan Jaime y Rosa. Esta pareja lisboeta es la primera vez que visita Ibiza, aunque ya conocían las Islas Baleares, estuvieron en Mallorca antes de la pandemia. «Es espectacular la ciudad amurallada, sabía que Ibiza tenía un casco histórico bonito pero no imaginaba que fuera tan grande», relata sus primeras impresiones Jaime.
Su plan para el día pasa por bajar a comer por la zona de la Marina, donde ya habían hecho una reserva en un restaurante y por la tarde dar un paseo por alguna de las playas cercanas a la ciudad antes de volver a su camarote.
Algo más decepcionados estaban Antonio y Emperatriz. Venían de Zamora con su hijo Juan Antonio. No era por la ciudad, que les estaba gustando mucho. «Queríamos ir a alguna playa, pero no había taxis en el puerto cuando hemos bajado y en la otra parada de la ciudad había cola y hemos decidido quedarnos por aquí», explicaron lamentando la falta de este tipo de transporte.
También era su primera vez en Ibiza. Iban a intentar coger un taxi después de comer «pero ya será para ir a una playa cercana, porque sino no nos dará tiempo de volver». Inconvenientes de las visitas exprés que conllevan los viajes en crucero.
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