Sin embargo, tras consultarlo con los más veteranos del lugar, ayer hubo menos gente que en ediciones anteriores. Además, mas allá de que el paisaje cambie a pasos agigantados con varios megayates anclados a pocos metros, hay algunas tradiciones que parecen que se van perdiendo con la llegada de los nuevos tiempos. La más notoria, la comentada por Ginés Martínez, un hombre residente en Ibiza desde que hace más de sesenta años llegó para ocupar una plaza en el Depósito y destacamento de Intendencia que estaba en Can Ventosa.
«Cuando yo era joven no había paella ni nada, cada uno se traía su propia merienda en su cesto de mimbre y luego sentados todos juntos como si fuéramos una única familia compartíamos las sandías, el pan y las tortillas», explicó con una mente totalmente lúcida a pesar de la edad.
Algo parecido recordó Rosa Serra, nacida en el barrio. «Yo aún recuerdo cuando siendo bien pequeña me bañaba sin importar la época del año, cuando en esta berenada había guerra de sandías y todo el mundo acababa ensuciado y cuando nos lanzábamos de cabeza al mar desde una roca cercana que se llama Salt de s'Ase». Ahora, eso se sigue haciendo desde otra roca situada junto enfrente y posiblemente con el mismo peligro, puesto que los jóvenes del barrio se lanzan al mar haciendo todo tipo de piruetas poniendo en riesgo su integridad física y mientras la Policía Local apenas vigila.
La tradición de la paella
Sea como fuere, desde los años 80 del pasado siglo se impuso la tradición de hacer la paella en esta berenada para todos los ibicencos y con el tiempo la idea se ha consolidado como un enorme atractivo de esta jornada viendo la cola que se formó en cuanto se anunció que estaba preparada.
La de ayer la prepararon como llevan haciendo desde hace años la empresa especializada El Tirol, llegada desde el pueblo murciano de Totana. Era mixta, de carne y pescado, y pensada para 1.000 personas con lo que Manolo, Pedro, Feli y Mari emplearon 100 kilos de arroz, 40 kilos de marisco, 80 kilos de carne, más tomate verdura y una amplia cantidad de agua. Y todo ello cocinado en leña, «el secreto para que una paella salga perfecta». Y finalmente, el resultado satisfizo al personal, entre otras cosas porque incluso se pudo repetir.
Otras cosas que nunca faltan en esta celebración son los juegos tradicionales para grandes y pequeños y los talleres infantiles. En este caso, gracias a ArcoIbiza, fueron muchos los vecinos que se atrevieron a lanzar sus flechas a dos dianas y gracias a los miembros de la asociación S'Espurna los niños que intentaron dar a pequeñas ollas repletas de caramelos con un gran palo y los ojos vendados. Además, los miembros de esta asociación también enseñaron a los más pequeños de la familia a fabricar simpáticos farolillos realizados con melones y una vela dentro que son conocidos como fanalets.
Además, junto a ellos, también participaron en esta jornada los miembros de la Mini Big Band del Patronato de Música de Ibiza que salieron muy animados desde el paseo de Vara de Rey de Ibiza y llegaron a la playa acompañados de numeroso público.
Tal vez el único lunar a la celebración fue el pequeño puesto que había a la entrada de la playa presidido por una estelada vermella, una de las banderas del independentismo catalán, y productos relacionados con los Païssos Catalans. Algo que no gustó mucho entre algunos de los presentes, sobre todo los vecinos del barrio de toda la vida. «Estamos en un evento festivo y es una pena que se quiera politizar porque entre otras cosas yo soy ibicenca, no catalana», explicó a este periódico Marilina Costa, «una vecina del barrio de toda la vida que se siente profundamente orgullosa de haber nacido en Ibiza».
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