La crisis ha llevado a las empresas hoteleras a convertirse en rehenes de los clientes, que ahora tienen un mayor abanico de opciones (tanto en lugares como en actividades) y que no sólo cuentan con el precio como poder de decisión. En este contexto, el hotelero debe buscar la «felicidad rentable» del turista, ofreciendo vivencias más que vacaciones y tratando de convertir dicha satisfacción en ingresos para la empresa, según explicó ayer en Eivissa Domènec Biosca, que imparte entre ayer y el lunes el seminario 'Cómo llenar un hotel en épocas difíciles', organizado pro la Cambra de Comerç.
«La calidad es la talla del cliente; si queremos tener clientes de calidad debemos darles lo que quieren y, ahora, pueden escoger. No puedo dar lo que daba antes ni darle a todos por igual», explica este licenciado en periodismo y empresariales, premiado en 2008 como mejor experto en hostelería y turismo por la Federación Española de Hostelería.
«Hay que formar al personal como anfitriones-vendedores, porque al cliente le puedo vender cuando está feliz. Hay que convertir cada mostrador en un punto de venta, tentar y tentar al cliente porque, si aciertas, te compra y eso significa que está feliz», añadió.
Ante la veintena de asistentes al seminario, Biosca recalcó que «no vale con repetir lo mismo de otros años, porque, o se realizan cambios, o el mercado te abandonará».
Por último, Biosca apuntó que los cambios son necesarios «al haber pasado de los excesos de lujuria del facilón mercado de demanda a la realidad competitiva del complejo mercado de oferta actual».
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