l saler de tot lo món, es así como se conocía a Eivissa en el siglo XV. Ya por aquel entonces, la industria salinera ibicenca se erigía como una de las principales fuentes económicas de la isla desde hacía años. Esta importancia en la economía ibicenca se empezó a gestar desde que Jaume I se las cediera a Guillem de Montgrí en 1255. Desde entonces son muchas las personas que han trabajado en la extracción de sal en las 520 hectáreas de las salinas de Eivissa.

Con el paso de los años y el consiguiente aumento de tecnología se han introducido máquinas que permiten agilizar el proceso productivo. No obstante, la mano de obra humana sigue siendo importante en este trabajo: «Se han mecanizado todos los procesos. Donde antes podían llegar a trabajar 1.200 personas ahora hay un equipo de 19 personas que se distribuyen por fases de producción. Se hace lo mismo que antes, pero con más máquinas», explica José María Fernández, director de la delegación ibicenca de la empresa Salinera Española, fundada en 1878.

La extracción de sal se produce siempre después del verano. En esta ocasión se inició la primera quincena de septiembre y acabará en los próximos días. En el proceso de producción se pueden distinguir diferentes fases: «Los trabajadores extraen físicamente la sal de los estanques. Poco después, se transporta a la plaza de apilado, donde se crean grandes montañas de sal. Allí se lava porque puede tener impurezas, como pequeñas piedrecitas. Poco después se procede a su almacenamiento. Una vez seca se transporta al pantalán de carga, donde se tritura porque el grano es bastante gordo», cuenta el director. Del proceso de trituración se obtiene un grano pequeño y fino que se destina a la salazón del bacalao: «Es el mercado tradicional, aunque también se destina a consumo propio», puntualiza Fernández, quien además asegura : «La producción de este año es de 37.000 toneladas de las que 1.000 se destinarán a Eivissa y el resto a mercados internacionales. Sobre todo a las islas Feroe, donde la usan para la salazón de bacalo».

La lluvia es el principal problema al que se enfrentan los trabajadores de la salinera ibicenca: «La sal es un producto imperecedero, pero si llueve se disuelve».

María José Real

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