El navegante y aventurero Àlvaro de Marichalar inició ayer, a
las 12,00 del mediodía, su nuevo reto personal que le ha de llevar
desde Formentera a Barcelona para posteriormente unir esta ciudad
con la de Odessa, en el Mar Negro, como homenaje a José de Rivas,
«un catalán universal y desconocido que como almirante de la
emperatriz Catalina la Grande, convirtió Odessa -explicaba antes de
zarpar de Marichalar-, en la puerta al Mediterráneo de Rusia y al
mismo tiempo en la ciudad más importante de cuantas hay en el Mar
Negro».
Marichalar tiene previsto llegar hoy de madrugada a Barcelona
tras hacer escala técnica para repostar en Valencia y mañana, 1 de
setiembre, comenzará su nueva odisea que a través de 2.500 millas
náuticas, casi 5.000 kilómetros, ha de unir la Ciudad Condal con
Odessa.
Tal y como explicó antes de partir, en lugar de mandar la moto
acuática en barco hasta Barcelona, decidió «salir desde Formentera
porque es una isla que me acoge desde hace años y en la que he
tenido un perfecto escenario para preparar mis nuevos desafíos».
Marichalar rendía así homenaje a una isla en la que estuvo
entrenando y aprendiendo a vivir en una minibalsa sobre el agua
antes de enfrentarse a su reto de mayor envergadura, unir Roma con
Nueva York pasando, claro está, por Formentera, y por el Caribe
donde hermanó Saint Bartholomew con la Pitiusa menor.
En esta ocasión, como en la mayoría de las más de treinta
aventuras que ha realizado a lo largo de su vida, de Marichalar
viajará en solitario, sin ninguna embarcación de apoyo y bordeando
las costa de España, Francia, Italia, Grecia, Turquía, Rumania y
Ucrania, hasta llegar a su meta que espera alcanzar a mediados de
setiembre. «El tiempo siempre es quien determina las condiciones de
navegación y la posibilidad de alcanzar la meta -explicaba el
aventurero español-, pero como mínimo siempre quedará en mí la
constancia y el esfuerzo por lograrlo».
Hasta llegar a Odessa, de Marichalar deberá ir haciendo
trayectos costeros de alrededor de 100 millas a lo sumo para poder
repostar su moto acuática ya que entre el depósito de gasolina y
los bidones suplementarios que forman parte de su equipaje, la
autonomía le impide travesías a mar abierto. Consciente de estas
dificultades añadidas, peso y autonomía, de Marichalar considera
que navegará alrededor de 14 horas diarias, las diurnas, «casi
siempre de pie porque es más fácil manejar la moto y optimizar el
rendimiento de la misma» y piensa que si bien en la zona española,
francesa e italiana no tendrá demasiados problemas para abastecerse
de combustible, teme pequeños puertos en los que no encuentre
gasolina sino gas oil para embarcaciones pesqueras, que le
obligaría a desplazamientos interiores con los consiguientes
retrasos en su singladura.
Àlvaro de Marichalar lleva un cuarto de siglo realizando proezas
y gestas náuticas o de otro tipo, apadrinado inicialmente por otro
gran aventurero como Miguel de la Cuadra Salcedo, siempre con la
voluntad de transmitir valores éticos a los jóvenes y adolescentes
a quienes explica, en escuelas, institutos o prisiones, que el
deporte como ejemplo de la vida sana es una contrapartida mucho
mejor al mundo de las drogas y el alcohol.
Guillermo Romaní
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