El peor diagnóstico es, sin duda, un tumor maligno en una persona
joven y el mejor, una prueba de embarazo positiva en una pareja que
desea un hijo. Esa es la opinión del doctor Antonio Ruiz Expósito,
del centro de salud de Es Viver, uno de los médicos con un cupo muy
elevado de pacientes.
Antonio Ruiz es con Jesús Picarzo, del centro de salud de Sant
Antoni, y Juan José Pérez de Olaguer, de la unidad básica de Sant
Jordi, algunos de los médicos que tienen un mayor número de
tarjetas sanitarias asignadas, sobre 2.300. Algunos, como Pérez de
Olaguer por ser el único médico para la unidad básica de Sant
Jordi, una localidad en la que la población ha crecido de manera
espectacular en los últimos años, circunstancia que influye
directamente en la consulta diaria. La situación de Sant Jordi se
subsanará por el IB-Salut ante la próxima contratación de un
segundo médico para estas unidad básica. Otros, como Picarzo,
llevan más de 20 años ejerciendo esta profesión en el municipio de
Sant Antoni. Primero en el consultorio y ahora en el centro de
salud.
El crecimiento espectacular de la población en los últimos años
ha tenido sus repercusiones en muchos ámbitos y en algunos, como el
caso de la sanidad, se ha notado especialmente. El IB-Salut daba a
conocer en marzo que siete facultativos superaban los 2.300
enfermos cada uno, una ratio que superaba el nivel aconsejado por
el Servei de Salut. Una situación en fase de arreglo ante la futura
incorporación de médicos y la construcción de un tercer centro de
salud, en el caso del municipio de Eivissa.
A estos facultativos no les produce temor el verano, por la
avalancha de turistas, sino es el invierno donde las cosas se
complican. «En verano hay menos presión por parte de la población
estable y en invierno desborda por las epidemias», explica Picarzo.
«Recaen los pacientes crónicos», añade Ruiz.
Pese a su volumen de trabajo, algunos de sus enfermos no dudan
en elogiar su trabajo en la sala de espera de las consultas. Tienen
a su favor que el trato con sus pacientes es de años. De varias
generaciones, incluso. Así, ocurre que se conocen casi de memoria
las historias clínicas. «Cuanta más larga es la relación hay cosas
se obvian y se sobreentienden. El conocimiento mutuo facilita
visitas que, en teoría, pueden ser complicadas y se puede manejar
de una manera más sencilla», explica Ruiz Expósito. No todos sus
pacientes requieren el mismo tiempo. «Cada uno es un mundo
diferente. Tantos años con la misma gente ayuda a tener un
conocimiento exacto de la patología. Sabes sus circunstancias
familiares, sociales y la historia clínica. Todo eso facilita la
labor», añade Picarzo.
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