En el siglo XVIII la bahía de Eivissa disponía exclusivamente de un pequeño muelle que aparece dibujado en un plano de Joan Baptista Calvi, que data de 1555. Este muelle será la única infraestructura portuaria hasta 1851, año en el que se acometió una gran ampliación. Así relata Joan Alemany la evolución de la historia del puerto de Eivissa plasmada en el libro «Els grans ports de les Balears. Palma, Alcúdia, Maó, Eivissa i La Savina», que fue presentado ayer en el Ayuntamiento de Vila por el presidente de la Autoritat Portuària de Balears, Francesc Triay.

Alemany explica, a través de esta publicación, que el puerto de Eivissa es uno de los primeros del Mediterráneo Occidental: «Un enclave idóneo no sólo por sus condiciones naturales sino que también constituirá una base importante en la época de los fenicios». El autor destaca la importancia de este enclave que constituye «el primer puerto de Balears, muy anterior a los de Palma y Maó». A través de «esta obra de investigación», como la denominó ayer Francesc Triay, el autor hace un recorrido por la evolución de las infraestructuras en los puertos de las Islas.

En el siglo XVIII hay una serie de proyectos de ingenieros militares y después se acometerá la construcción de grandes infraestructuras. El primer proyecto es de Emili Pou, que data de 1863. De Pou, el historiador precisó que no hizo una gran obra portuaria «sino que durante 30 años hizo cinco obras importantes, es el padre de la transformación portuaria». Además de dedicarse a los puertos, Pou elaboró los proyectos de los faros de sa Conillera, Mola de Formentera, es Botafoc o Punta Grossa, entre otros.

El autor de esta extensa publicación, editada en catalán y castellano y con traducción al inglés, defiende el peso del pasado ante las futuras infraestructuras: «Del pasado podemos aprender. Los puertos crecen. Cada 30 años se plantea un salto adelante para hacer frente a las nuevas características del transporte marítimo. Hoy en día los barcos son distintos a los de antes. Si un puerto quiere hacer frente a los grandes cruceros ha de saber que hay 44 barcos en el astillero para construir y la inmensa mayoría tiene de 250 a 310 metros de eslora. Estas son las cosas que nos enseña la historia». Sostiene que «los puertos han de reordenarse e ir adaptandose a dos cuestiones: las condiciones marítimas y a las demandas terrestres».

Triay remarcó en la presentación de esta publicación, editado por Lunwerg, que «no es un libro para especialistas, sino es una obra básicamente de divulgación». Alemany no ha reflejado en el libro las inauguraciones con la presencia de personajes ilustres, sino que se ha centrado «en las construcciones de muelles y diques, es donde hay que concentrar el esfuerzo y no en las cosas aparentes».