Los británicos no tienen una Constitución como la española, pero su sistema democrático es realmente un ejemplo para gran parte de los países europeos. La Cámara de los comunes está formada por representantes de los distintos distritos electorales del Reino Unido por un período máximo de cinco años hasta que se disuelve el Parlamento. El sistema es básicamente igual que el español, pero con notables y relevantes diferentes. Por ejemplo, el rey británico elige al primer ministro, pero éste debe contar con el respaldo de la mayoría de la Cámara de los Comunes. En caso de una moción de censura, el primer ministro tiene que dimitir.
Sin embargo, existe una diferencia de gran relevancia para los ciudadanos. Los miembros de la Cámara de los Comunes se deben a los votantes de sus distritos, que tienen más influencia en el voto que el partido al que pertenecen. Es decir, un diputado del norte del Reino Unido votará a favor de una propuesta siempre que no perjudique a sus votantes, incluso si es una iniciativa de su propio partido. Las diferencias con el sistema español son, pues, notables. En la década de los 90 se produjo un hecho muy relevante en el Congreso de los Diputados que fue protagonizado por la entonces diputada María Luisa Cava de Llano. La Cámara baja española votaba la reforma del Estatut d’Autonomia balear planteada desde el Parlament. Como María Luisa Cava de Llano no estaba de acuerdo con el voto de su partido, se desmarcó del resto de compañeros, consciente de que aquella decisión podría acarrearle problemas internos. En aquel momento Cava de Llano defendió a los ciudadanos de Balears, y por ende a los ibicencos y formenterenses, por encima de los intereses del PP, que rechazó la iniciativa legislativa remitida por el Parlament balear y que sufrió una gran modificación durante su tramitación en el Congreso gracias a un pacto de los dos grandes partidos, que en aquellos momentos coincidían en temas relacionados con las autonomías.
Hoy en día es impensable que haya políticos que sean capaces de adoptar decisiones tan valientes como aquella indisciplina de voto de María Luisa Cava de Llano en los 90. En la actualidad los diputados nacionales reciben a diario y a primera hora un argumentario del partido y se limitan a cumplirlo a rajatabla. Si hoy toca hablar del novio de Ayuso, todos al unísono se vuelcan con el mismo asunto en redes sociales o donde sea. Y así van pasando los días en la política española, donde no existe un mínimo de crítica interna pensando en el bien de los votantes.
En estos momentos hay varios problemas importantes que Ibiza tiene que resolver urgentemente. Quizás el más relevante es la falta de inversiones en carreteras, pero también urge solucionar la escasez de policías y guardias civiles en la isla y la falta de medios para la tutela de los menores migrantes, temas todos ellos que solo pueden solucionarse con el apoyo económico del Gobierno de Sánchez. Ante la evidencia de que son problemas reales y no caprichos, ¿cuál ha sido la reacción de la diputada nacional del PSOE y del senador progresista? Pues dar la culpa de la situación a la falta de coherencia de Feijóo.
Me temo que Marí poco puede esperar de dos representantes que fueron votados para defender los intereses de los ciudadanos de Ibiza y Formentera, y no para estar bajo la disciplina permanente de un partido que ha desatendido unas islas que aportan mucho a la economía nacional (y a la buena imagen turística del país) y que requieren mucha más atención.
Ya sabíamos que Milena Herrera no es precisamente María Luisa Cava de Llano, pero hay tiempo para rectificar. Si el objetivo es no romper la disciplina de partido hay que presionar al Gobierno para conseguir simplemente lo que es justo para Ibiza y Formentera. Porque no conviene olvidar que la historia suele pasar factura a este tipo de actuaciones políticas. Que le pregunten a Cava de Llano.
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