Está comprobado que la frase que encabeza este artículo es más que cierta. En diversas ocasiones, el día a día nos atropella con situaciones que difícilmente podríamos haber imaginado. Algunos casos resultan tan increíbles que resultaría muy difícil que se le ocurrieran incluso al guionista de series de ficción más imaginativo. En nuestro caso estamos teniendo la oportunidad de seguir capítulo a capítulo el culebrón que hay montado en Formentera.

En este caso se trata de una serie de intriga, con buena dosis de suspense y con interminables cambios de guión. Recuerdo que en su momento definí lo que allí estaba ocurriendo como un circo y debo decir que no iba tan desencaminado si tenemos en cuenta que se cumple a rajatabla el precepto de buscar aquello de ‘el más difícil todavía’.

Volviendo al mundo de las series de ficción, no creo que a ningún guionista se le pudiera llegar a ocurrir un guión tan enrevesado, con giros tan inesperados como bruscos y contradictorios. La    situación que se está viviendo en el Consell de Formentera es tan difícilmente imaginable que escapa a la capacidad inventiva del más avispado creador de obras de ficción.

Han pasado más de seis meses de la fractura del equipo de gobierno de la institución. Y más de medio año después nadie ha sabido ofrecer un argumento mínimamente lógico o creíble que permita explicar qué provocó la inexplicable reacción pública del presidente de la institución y cabeza de lista de Sa Unió que en la jornada electoral obtuvo una clara mayoría absoluta que le    debía permitir gobernar sin sobresaltos durante cuatro años.

A finales de 2023, y de forma totalmente inesperada, salta la sorpresa y a partir de unas absurdas declaraciones del presidente Córdoba la previsible y plácida capacidad de gobierno insular se quiebra y queda hecha añicos. A pesar de las idas y venidas de unos y de otros, evidentemente me refiero a los actores de reparto del culebrón es decir Córdoba por un lado y el resto de Consellers de Sa Unió por el otro, a día de hoy todo sigue totalmente atascado y resulta imposible atisbar cualquier tipo de solución negociada.

No resulta necesario volver a detallar las idas y venidas en las propuestas que las partes en conflicto han ido anunciando ya que, entre otras cosas, ninguna ha servido para nada. Lo cierto es que el presidente del Consell y el resto de miembros de lo que en su momento pareció un equipo de gobierno siguen empecinados en mantener el conflicto y agudizan su ingenio para complicarlo un poco más cada día.

Actualmente siguen volando los cuchillos que las dos partes en conflicto se lanzan y, si bien todos ellos hacen declaraciones afirmando que la situación ya es insostenible, la realidad es que los únicos que están siendo perjudicados son los vecinos y residentes de Formentera. Son nueve los cargos públicos implicados, que son los que salieron elegidos el pasado año para gestionar la institución insular y que ocupaban los primeros puestos en la lista electoral de Sa Unió, pero lo cierto es que son dos los que se están llevando todo el protagonismo: Córdoba y Alcaraz.

Por todo ello, y a pesar de las diversas opciones planteadas en diferentes momentos, para tratar de reconducir la situación y el conflicto han venido siendo rechazadas contundentemente por las partes esgrimiendo todos ellos la responsabilidad con el pueblo de Formentera y lo que pidió claramente en las pasadas elecciones. Resulta indudable que esa supuesta «responsabilidad» de la que todos hacen gala ni tan siquiera la conocen y, por supuesto, desconocen el significado real de la palabra en cuestión.

La solución real y clara al caos reinante es mucho más sencilla que todo el reguero de modificaciones legislativas que se han ido planteando con el único objetivo de poder seguir gobernando a pesar de la debacle provocada. Ahora bien: resulta del todo imprescindible para que todo pueda recuperar una senda mínimamente lógica y razonable que quienes son los máximos responsables del tremendo ridículo institucional sin precedente en la política española que se está viviendo en Formentera, utilicen algo de esa «responsabilidad» que dicen atesorar.

Se están exigiendo muchas dimisiones, pero en realidad bastaría con dos de ellas para que el camino del gobierno insular fuera una realidad y pudiera verse despejado. Córdoba y Alcaraz deben dejar sus actas del Consell. El compromiso de ambos con el pueblo de Formentera les obliga a los dos a quitarse de en medio ya que han demostrado que ni uno ni otro son dignos de representar a sus ciudadanos. Su prestigio político y personal hace meses que lo llevan arrastrando por los suelos, así que por el bien de Formentera y para no seguir con su ridícula cruzada personal deben apartarse y dejar que alguien con más capacidad que la demostrada por ellos pueda coger el timón de ese barco a la deriva y a punto de zozobrar. No cabe duda: cualquiera antes que esos dos nefastos personajes.