Durante estos últimos días el Ayuntamiento de Barcelona ha anunciado que en cuatro años dejará de haber pisos turísticos en la ciudad. Los prohibirá todos. Nueva York los suprimió radicalmente hace unos meses y parece que otras ciudades europeas se plantean el mismo camino. Este tipo de alojamientos han provocado dos problemas que están afectando seriamente la convivencia en las zonas turísticas: provocan masificación y reducen los pisos para residentes y trabajadores. Por supuesto, solo ganan los propietarios, si bien es una actividad legal y teóricamente tienen autorizaciones para explotar sus inmuebles.

Ibiza y Formentera son dos ejemplos de zonas turísticas que sufren el fenómeno de los pisos turísticos. Es una evidencia que el tema de los pisos se ha ido de las manos desde hace muchos años. Es habitual ver en los portales inmobiliarios pisos que se alquilan de noviembre a abril, pero los inquilinos se ven obligados a abandonar los inmuebles cuando empieza la temporada turística. No hace falta contratar ningún a detective para detectar este tipo de actividad, que tengo serias dudas de que sea del todo legal.

Eliminar los pisos turísticos es un debate que deberá plantearse en Ibiza y Formentera más tarde o temprano. Cuando la isla se quede sin médicos, los profesores prefieran renunciar a sus plazas porque no encuentran vivienda o los establecimientos turísticos no encuentren empleados, el clima por la falta de vivienda se hará insoportable y no quedará más remedio que dar un paso más, dejar de conceder licencias a estas actividades, revocar las que hay, y promover (y sobre todo dar seguridad jurídica) a los propietarios de estos inmuebles para que los saquen al mercado a precios más o menos razonables.

Ahora mismo puede resultar políticamente incorrecto promover la prohibición de todos los pisos, como Barcelona o Nueva York, pero la política consiste en detectar los problemas y en tomar soluciones valientes en beneficio del interés general. Quizás ya hayan llegado tarde a solucionarlo porque cada vez hay más personas (todos conocemos a alguien) que abandonan las islas porque les resulta imposible alquilar un simple apartamento de un dormitorio. Ni siquiera se pueden permitir una habitación. Sin vivienda no hay ningún futuro y las instituciones han demostrado poca agilidad a la hora de promover vivienda pública durante los últimos años, a pesar de las muchas fotos que se han hecho en solares que hoy siguen vacíos.

Además, limitar los precios de los alquileres, como propone el PSOE, tampoco parece una solución ya que se corre el riesgo de que los propietarios prefieran tener sus pisos vacíos antes de sacarlos al mercado. Ya hay datos que confirman que es una fórmula fallida.

El alcalde de Vila, Rafa Triguero, aseguraba hace unos días que hay más de 1.000 solicitantes de una vivienda pública, pero seguramente hay muchos miles más de personas que no acuden a presentar una solicitud ante la administración y que no encuentran ni una simple habitación que no les cueste la mayor parte de su sueldo. Las estadísticas de Triguero no parecen muy reales.

Ante esta situación de emergencia, urgen medidas valientes, contundentes, con el objetivo de evitar que en unos años no haya que cerrar negocios porque no quedan empleados para atenderlos. O incluso dejar de dar servicios en hoteles porque faltan cocineros y camareros para atender a los turistas. Un hotelero con un establecimiento muy importante en ses Figueretes me confirmaba hace unos meses que han dejado de ofrecer ‘todo incluído’. No tienen personal suficiente.

Por lo tanto, convendría que, además de lamentarnos sobre una situación que todos conocemos perfectamente, se pongan sobre la mesa iniciativas valientes, como las de Barcelona y Nueva York, y que cambien de forma radical el actual panorama, que es dramático, sobre todo para los más jóvenes. No hay más tiempo que perder. Y, sobre todo, que los responsables políticos intenten en todo lo posible evitar fotos que no resolverán el problema.