Los turistas siguen creyendo que en las Pitiusas solo somos sol y playa, los políticos del Govern que somos un pueblo más de Mallorca, nuestros representantes políticos en ámbito nacional que aquí estamos todo el día de fiesta y el huso horario del otoño vuelve a dejarnos a oscuras a las seis de la tarde.
En los últimos años parece que no hemos aprendido nada. La isla se sigue inundando cada vez que llueve, aparcar en el centro de Vila es una quimera, la carretera de Santa Eulària es una aventura que sabes cuándo comienza, pero no cuándo acaba, y las soluciones no son más que ideas fugaces que se esfuman cuando están a punto de materializarse.
Ni se ha descubierto una cura contra el cáncer, ni monopatines voladores ni hamburguesas que no engorden. Los deberes continúan siendo el caballo de batalla de unos niños que solo sueñan con jugar, y para los que el día a día es una montaña rusa de clases, extraescolares, pantallas de toda índole y sobrestímulos que les impiden aburrirse y, por ende, crear. En esencia, el mundo sigue siendo ese lugar de locos en el que el sentido común y la gente normal son elementos extraordinarios.
En estos últimos años solo nos hemos hecho un poco más viejos, algo más listos y menos soñadores.
Al fin y al cabo, todos sabemos a es- tas alturas del cuento que no todos los «triunfitos» triunfan, ni todos los amores tiene un final feliz, que los autónomos seguiremos pagando más impuestos, adelantando IVAs y trabajando de lunes a domingo y que desde Madrid nos seguirán mirando de reojo como esos locos que no deberían quejarse nunca porque viven en el Paraíso.
«El día de la Marmota» es una película en la que su protagonista, un meteorólogo interpretado por Bill Murray, se ve atrapado en una tormenta de nieve que le lleva a revivir cada día la noticia que más odia: el comportamiento de una marmota que determina cuánto tiempo queda hasta que termine el invierno. Eso sí, como suele ocurrir en la mayoría de las películas americanas, esta experiencia mágica sirve para convertirlo en mejor persona, en un periodista más fiel a sí mismo y en esencia en alguien más feliz, así que… ¿y si hemos vivido en este bucle del tiempo para apreciar de verdad los cambios? Amantes de la ciencia ficción y de la fantasía dejemos de vivir «Escondidos» y cambiemos el argumento del guión.
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