OPINIÓN | Enrique Lázaro
Tremendas tabarras
Lo que faltaba. Ahora, la tabarra del vicepresidente. Este es un país de tremendas tabarras, y cuando a un individuo o grupo se le mete algo en la cabeza, puedes jurar que lo repetirá a diario por los siglos de los siglos. De hecho, ciertas tabarras españolas son muy históricas, como la tabarra de la plurinacionalidad. No recuerdo ningún Estado que no sea plurinacional (pregunten a los flamencos, o a los bávaros, o a los bretones, o a los galeses, o incluso a los norteamericanos), pero aquí todavía creemos que se trata de un rasgo peculiar. Menuda tabarra. Y durará siempre, como la tabarra del vicepresidente. Desde hace semanas, cada vez que el tertuliano Pablo Iglesias abre la boca (lo que, como buen tertuliano televisivo, ocurre de continuo), es para lanzar un discurso vicepresidencial. Y no sólo repite, venga o no a cuento, se hable de lo que se hable, que él será vicepresidente del Gobierno, sino que se comporta como si lo fuese de toda la vida. Majestuosamente vicepresidencial. «No se entiende que Sánchez se niegue a hablar con su vicepresidente», llegó a decir hace unos días. Si alguien pensaba que el rey de la tabarra era Rajoy, que lleva desde diciembre repitiendo el estribillo «He ganado las elecciones», estaba equivocado. En España, país de la gran tabarra, cuando ya no puedes aguantar más, siempre aparece otra tabarra mayor. Que Rajoy, presidente en funciones, no conozca el sistema electoral y persista en declararse vencedor, con ser una tabarra fenomenal, no llega al nivel paranoico de la tabarra del vicepresidente, que insiste en declararse tal antes siquiera de que haya un Gobierno que vicepresidir. Si esto sigue así otra semana, no me extrañaría que diese origen a varias frases hechas. «Vaya tabarra vicepresidencial». «No des la tabarra, vicepresidente». O incluso «La murga del vicepresidente». Hasta refranes nacerán de esta tremenda tabarra. «Más vale vicepresidencia en mano que pájaro volando». Harto me tienen ya de tabarras, plurinacionales o nacionales. Entre el presidente en funciones y el vicepresidente sin funciones están agotando nuestra paciencia. Día tras día, dale que dale, de ahí no los sacas. Siento haberles dado esta tabarra.
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