No me negarán que este episodio de la consulta/encuesta/entrevistas del Consell con la carretera de Santa Eulària se ha convertido, a medida que pasaban los días, en una parodia del famoso «Camarote de los hermanos Marx». La semana pasada se había convocado una reunión para hablar de una consulta, pero el domingo llegó el pánico al Consell d'Eivissa y el presidente, Vicent Torres, intentó sin éxito devaluar esta consulta para convertirla en encuesta y entrevistas, no vinculante, que además no frenarían los planes de la institución con el proyecto. El lunes se mantuvo el mismo discurso. No hay que preocuparse, decían, porque es una consulta, todo genial, democrático, una fiesta, pero la carretera se hará porque es una urgencia, uno de los principales problemas que tiene la isla. Nada, pues lo dejamos en encuesta con entrevista. Pero dos días después cambia el discurso. La encuesta se convierte en votación telemática, mientras se anuncia la contratación de una empresa para hacer el trabajo de campo. O sea, que se puede votar, y además Podemos añadía que ellos sí tendrían en cuenta la opinión de los ciudadanos. Sin darnos tiempo a asimilar el cambio de discurso, el viernes nos encontramos con la famosa convocatoria donde, con mucha sorpresa, se saca una urna para poder votar. La votación, teóricamente no vinculante, se convierte en uno de los episodios más esperpénticos vividos últimamente en esta tierra. Como una CUP cualquiera, sale un empate. Y las preguntas son: ¿Quién podía votar? ¿Servirá para algo? ¿Cambiará el proyecto si unánimemente sale una propuesta por el cambio? ¿Saben lo que hacen? ¿Son conscientes de que cambiar el proyecto llevaría otros cuatro años de tramitación? Lo mejor de todo es que este culebrón acaba de empezar.