El pasado domingo entré por primera vez al Museo Monográfico de Puig des Molins desde que reabrió sus puertas en diciembre de 2012. Y lo hago con cierto sonrojo, porque en casa siempre he sido de dar la brasa para que todos mis familiares conozcan la cultura y el patrimonio de la isla donde viven. Eso sí, que quede claro que las tumbas de la necrópolis ya las había visitado en anteriores ocasiones. Sin embargo, lo primero que tengo que destacar de mi visita al museo es lo complicado que fue llegar hasta su rampa de acceso sin haber pisado ninguno de los zurullos que, al parecer, están colocados estratégicamente a lo largo de la Vía Romana. Por suerte, y gracias a mi todavía intacto instinto de supervivencia, conseguí entrar en la necrópolis. Una vez dentro, no me gustó que a todos los visitantes nos hicieran dejar nuestros bolsos y bandoleras en una taquilla, como si fuéramos a llevarnos a casa algunas de las piezas allí expuestas. También me llevé una decepción al volver a la necrópolis, donde los carteles explicativos, a la intemperie, ya están desgastados por el sol y la lluvia, que también ha inundado alguno de los hipogeos, donde el agua estancada da una mala imagen. Por no hablar de las carretillas y escaleras a la vista que afean la visita al museo.
OPINIÓN| J. A. Torres Escandell
Un domingo en el museo
Eivissa29/10/15 0:00
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