Cuando se inicia una legislatura, nuestros políticos parecen siempre sentirse tentados a poner de relevancia lo crucial que serán los próximos cuatro años que bajo su mandato se van a desarrollar. Sin que sirva de precedente, esta vez habrá que darles la razón.
Los datos económicos muestran señales preocupantes que, de no atenderse y atacarse de forma estructurada, supondrán la continuidad en el progresivo debilitamiento de una Comunidad que, no lo olvidemos, hace menos de diez años estaba en los puestos de cabecera del PIB de nuestro país. Si al inicio de este siglo, Balears ocupaba la tercera posición en PIB, hoy ha bajado hasta la séptima y parece que aún no ha tocado suelo. Eso a nivel nacional, a nivel europeo, nuestra Comunidad ha perdido 65 posiciones.
Las conclusiones del estudio realizado por la Fundación Impulsa al respecto merecen una seria reflexión, especialmente cuando se analiza la productividad per cápita. Mientras que en Balears la productividad ha descendido un 1,7% en el conjunto del Estado ha aumentado en un ¡¡12,8%!!.
Si a este progresivo debilitamiento sumamos la incertidumbre política y económica, las evidentes tensiones comerciales en las que nuestra economía se encuentra forzada a navegar, el persistente alto nivel de desempleo, la continuada ausencia de incentivos para los emprendedores o lo lejos que aún seguimos en campos como la transformación digital o el dominio de idiomas, el escenario podría llegar a ser desalentador. Algo no se hace bien…
Frente a los cambios estructurales que está experimentando la economía a través de la globalización, la tecnología, las nuevas economías, Balears sigue dependiendo de un sector servicios en el que pesan mucho el turismo, la hostelería y el comercio que, dicho sea de paso, aunque intensivos en mano de obra, su diferencial de valor añadido está muy, muy ajustado.
Y, por favor, que nadie interprete que tiro piedras sobre el tejado del propio sector al que contribuyo con mi trabajo; su dinamismo, flexibilidad de adaptación a los ciclos, los puestos de trabajo y la riqueza que genera es no solo el principal estímulo de nuestra economía, sino que es perfectamente compatible con otros sectores productivos.
Extrapolar a otros sectores las mejoras tecnológicas del tejido turístico y hotelero español, eliminar gasto público superfluo para dejar en manos de la economía productiva más recursos, acertar en las inversiones de infraestructuras financiadas con dinero público, articular de forma efectiva la colaboración entre sector público y privado, fomentar la inversión en investigación e innovación pueden ser, entre otros, los catalizadores que consigan volver a hacernos más competitivos, más productivos.
Y sí, en todos estos campos resulta complicado, sino imposible, mejorar si no hay estabilidad política. Ahora, ante nosotros y a nivel de las Islas podemos disponer de esa estabilidad, eliminando o reduciendo a su mínima expresión las dependencias de quienes parecen dedicar más tiempo y recursos al carnet y las poltronas del partido que al interés público.
Ante este panorama resulta tranquilizador el mensaje moderado de la nueva administración autonómica, pero por otro lado sorprende que se acomoden en el continuismo. Tenemos un reto soberbio por delante que solo todos juntos, sector público y privado, seremos capaces de resolver. Arriba hay algunas ideas, seguro que las hay más y mejores; solo hay que ponerlas sobre la mesa y arremangarse. Anem per feina!