El pasado lunes se cumplieron 20 años del infausto atentado del 11-M en Madrid; ese deleznable acto que dejo 192 personas fallecidas y más de 1800 heridas. Ese espantoso acto supuso el peor atentado perpetrado por el terrorismo yihadista en Europa. Pero aparte del terror que el mismo supuso, también generó una agria polémica política.

En estos momentos de viscerales declaraciones por parte de los grupos de la derecha y de la extrema derecha de este país, acusando al actual Presidente del Gobierno de estar ocupando ese puesto amparado en la mentira, así lo ha manifestado el Presidente del PP en el reciente conclave de su partido en Andalucía, es más necesario que nunca recordar ese tristísimo atentado que tuvo lugar hace 20 años.

El atentado se produjo a escasos días de unas elecciones generales en nuestro país siendo los candidatos de los dos principales partidos, José María Aznar por el PP, en ese momento Presidente del Gobierno de la Nación y José Luis Rodríguez Zapatero por el PSOE. Ante este catastrófico panorama, al entonces Presidente y candidato a la reelección no se le ocurrió otra brillante idea que tratar de aprovechar en beneficio propio el terrorismo que acababa de provocar semejante masacre.

La inmediata reacción y prácticamente sin detalles concretos en cuanto a las pesquisas referentes a los atentados, salió el Gobierno con su Presidente como portavoz, acusando a la banda terrorista ETA de haber conseguido lo que buscaba, un atentado en el que se provocara el mayor número de víctimas posible. Hay que recordar que apenas habian transcurrido 72 horas del atentado y la policía ya empezaba a aportar datos sobre el mismo, que iban a resultar cruciales a la hora de desentrañar la verdad sobre lo ocurrido. Se empezaron a aportar detalles sobre el tipo de explosivo utilizado o pruebas que señalaban a vínculos islamistas de los terroristas.

A pesar de todo ello, resulta muy difícil olvidar las imágenes de televisión en las que aparecían Aznar y su ministro Acebes, afirmando y manteniendo esa ridícula teoría de la autoría de ETA, cuando todo apuntaba en otra dirección muy distinta. Pero claro a efectos de obtención del rédito electoral que esperaban obtener unos días después, entendió Aznar y su gobierno que lo que más les convenía era mantener la acusación sobre ETA. De poco o nada sirvió que muy pocas semanas despues de la masacre, las fuerzas policiales localizaran a los autores materiales del mismo, quienes acabaron inmolándose al verse acorralados.

Como es por todos conocido, de nada le sirvieron a Aznar sus juegos sucios alrededor de los atentados de ese 11-M y por supuesto acabo perdiendo las elecciones generales y viéndose relegado a la oposición. Está claro que el PP y sus acólitos mediáticos no se iban a conformar con lo ocurrido, así que decidieron lanzarse al barro más putrefacto y montaron una injustificable y poco creíble teoría de la conspiración.

Toda esa colección de bulos surgida a raíz de esos atentados, ese empecinamiento en mantener algo que incluso la propia justicia ya había sentenciado con absoluta claridad y nitidez, hacen que ahora que tanto se utiliza la palabra mentira para acusar al rival político, no pueda evitar por mi parte hacer una reflexión acerca de lo que está ocurriendo en la actualidad y lo que sucedió a raíz del terrorífico suceso de 2004.

Resulta muy fácil adaptar la realidad a los intereses de partido y por esa regla de tres resulta inconcebible que por parte de la derecha española se exija al actual Presidente su dimisión, acusándole de ocupar ese puesto aupado por la mentira. Parece que en el PP se sufre una amnesia interesada y sus dirigentes se ven afectados por la misma olvidando todo lo ocurrido en 2004.

Desde ese fatídico año de los atentados yihadistas, no recuerdo que en ningún momento ni el entonces Presidente del país, ni por extensión ningún dirigente de su partido, el PP, hayan tenido la suficiente dignidad para pedir perdón por todo lo ocurrido entonces. Nadie en la derecha española ha tenido los arrestos suficientes para reconocer la mentira fabricada, con la que se pretendía engañar a la sociedad española, esperando por ello una avalancha de votos.

Nadie ha relegado al ostracismo a Aznar por mentir en algo tan grave como esos atentados terroristas. Nadie le ha pedido que adopte un perfil bajo y se mantenga al margen de la política actual. Más bien al contrario se le sigue jaleando cuando sin el menor rubor sigue haciendo declaraciones sobre lo que es justo en política, o sobre quien resulta más o menos digno para participar en ella.
Al margen de toda lógica, la fundación FAES que sigue presidiendo Aznar, no rectifica y mantiene a día de hoy las dudas sobre la autoría de esos atentados del 11-M. Políticos de semejante calaña, ya sean de derechas o de izquierdas, son los que hay que eliminar definitivamente del panorama político de nuestro país. Pocas cosas pueden haber peores que mentir a sabiendas y no pedir perdón en ningún momento.