Susana Marcé, auxiliar de geriatría, siempre lleva pegamento en el bolso. Desde hace tres años cada día visita a unos cinco ancianos y sabe que su trabajo puede comenzar con una charla en el salón para acabar la mañana arreglando el pomo de una puerta o cambiando una bombilla. Así es su día a día y así es la asistencia a domicilio, un servicio que implica muchas más tareas que aquellas que se presuponen, como ayudar a los mayores a asearse o acompañarles al médico. Entre el cuidador y el anciano se crea un vínculo estrecho y casi pasa a formar parte de la familia. Para Eulalia González Moreno, que en febrero cumplirá 90 años, la soledad es un enemigo a batir y Susana, la cuidadora, la ayuda con su charla y su dedicación. Por eso, Eulalia pide en seguida que no «se ponga enferma Susana, por favor». «Me quedo cerca de una hora, la ayudo a ducharse, le arreglo las uñas o le pongo gotas en los ojos», enumera Susana.
Casi como de la familia
El programa ‘Majors a ca vostra’ permite a los ancianos recibir en su casa la visita de cuidadores que les ayudan en el día a día
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