Francisco Lenaerts hizo ayer un recorrido para demostrar las dificultades con las que se encuentran.

«Tengo que ir a mi aire por la carretera, porque si voy por las aceras estoy vendido», afirma Francisco Lenaerts, presidente de la Asociación de Esclerosis Múltiple de Eivissa y Formentera. Su enfermedad neurodegenerativa le tiene postrado en una silla de ruedas desde hace diez años, pero eso no le impide luchar por la eliminación de barreras arquitectónicas.

Una ley que data de 1993, denominada «Reglamento para la mejora de la accesibilidad y de la supresión de las barreras arquitectónicas», ampara las reivindicaciones de Lenaerts y de todas las personas que tienen una discapacidad física, pero la realidad es bien distinta. «No pedimos sensibilización, sino exigimos que se cumpla la ley», sostiene. A su juicio, sería muy importante que existiera un censo para determinar con exactitud el número de personas que tienen movilidad reducida. «Se podía pedir al Consell que hiciera una estadística para ver cuánta gente se mueve con dificultad», sugiere.

Una persona en silla de ruedas difícilmente puede llevar un vida normal. Para salir a la calle necesita un coche adaptado y en Eivissa sólo hay dos taxis paras discapacitados. A esto hay que sumar otro problema: las zonas de aparcamiento para minusválidos están ocupadas por coches no adaptados, tal y como pudo comprobar ayer Lenaerts durante el recorrido por la ciudad de Eivissa donde se verificó la existencias numerosas barreras arquitectónicas. Ir a un supermercado es una tarea imposible, igual que desplazarse a una farmacia, «la de Jesús tiene 15 escalones», precisa.

Un baño en la playa, visitar un museo, como el Museu d'Art Contemporani, o subirse al Vilabús, que no está adaptado, también resulta un inconveniente. Recuerda que en el proyecto de 1996 para la eliminación de barreras arquitectónicas contemplaba la realización de tapices de estera en las playas. «Desde que estoy en silla de ruedas no he podido volver al mar», dice.

Un paseo por Vara de Rey plantea más de un problema. Algunos pasos de cebra no están adaptados con lo que Lenaerts tiene que hacer un sobreesfuerzo para subir la silla a la acera. «Acabo desecho y con la espalda destrozada», dice. La mayoría de las aceras tienen un desnivel de 10 centímetros, cuando ley establece sólo dos centímetros. «No pedimos que esté todo adaptado, pero si un mínimo», apostilla.