Pep Pilot en su pueblo, Sant Antoni. | Toni Planells

Pito ep ‘Pilot’ (Sant Antoni, 1959) lleva media vida en su taxi. Sin embargo, la popularidad de este portmanyí de pura cepa, le ha venido en los últimos años derivada de su afición por la música. Afición que le ha llevado a reunir un impresionante colección de discos y a poner en marcha la Asociación Retro de Sant Antoni.

— ¿Dónde nació usted?
— Nací en Sant Antoni, en Can Joan Pilot, que está en Es Regueró. Allí crecí con mi hermano, Joan, que es 11 años mayor que yo, mi padre, Joan y mi madre, Pepa, que era de Can Tixedor, también de Sant Antoni, antes de casarse. Aunque nuestra familia era pequeña, Can Pilot es una familia muy extensa, he llegado a ir junto a dos Pepes Pilots (el concejal y el presidente de la AA.VV. Es Molí).

— ¿A qué se dedicaban sus padres?
— Mi madre se ocupaba de la casa y mi padre era taxista. Uno de los primeros que hubo en Sant Antoni (el primero fue ‘Torrent Fondo’, junto a Toniet Pere). Antes, había estado llevando un camión de transporte con el que llevaba sacos de cualquier cosa desde Vila hasta las tiendas de Sant Antoni.    Pero más adelante, a principios de los 60, se compró de estraperlo un Seat 1500 negro con el que empezó a hacer de taxista hasta que se jubiló.

— ¿Hacía falta licencia entonces para trabajar como taxista?
— Sí, claro. Pero no había mucho control. De hecho, muchos de los que tenían dinero y se compraban un coche, se sacaban la licencia del taxi para no tener que pagar el impuesto de lujo. El chollo se les acabó cuando obligaron a numerar y pintarles la raya a los taxis con licencia.

— ¿Qué recuerdos guarda de su infancia en Es Regueró?
— Recuerdo que la pandilla de chavales nos juntábamos en Can Empenyo y jugábamos a fútbol por el campo que había al lado. También me acuerdo mucho del señor Marí, Doña Matilda o Torrens, profesores del colegio. Eso era puro franquismo, te pegaban unas hostias en la mano con la regla de madera que no veas. Una vez rompieron la regla de madera pegándole a un chico, Juan Antonio. Resulta que su padre era carpintero y el profesor le acabó pidiendo que le hiciera una nueva (ríe).

— ¿Siguió estudiando?
— Fui al instituto, sí. A Santa María. Entré directamente a tercero de bachiller pero, al llegar a quinto, la cosa se complicó y lo acabé dejando. Así que me puse a trabajar.

— ¿Dónde trabajó?
— Mi primer trabajo fue con 13 años, en la tienda de Souvenirs ‘Flipper’, que era de mis tías María y Catalina, cuando una de ellas se rompió un brazo. Al año siguiente trabajé como camarero en el bar Modes, donde trabajaba mi hermano, como friegaplatos. Allí estuve hasta el 78, cuando me puse a trabajar en el Mar y mar (que abrió mi hermano) antes de ir a hacer la mili en la Cruz Roja. Mientras tanto, trabajaba en Cova Santa toda la noche. Llegaba de madrugada y me colaba por la ventana del parque móvil para no despertar a los compañeros y me acostaba un rato en el sofá. Yo no era el único que llegaba a esas horas: Hubo uno que se acostó en una ambulancia que tuvo que salir a hacer un servicio y, al llegar al ambulatorio, se encontraron con ese tío roncando dentro (ríe). Al terminar la mili, trabajé un año como camarero en el Gala Night y, en el 81, comencé a trabajar con mi padre en el taxi hasta 1988, que me quedé yo solo con el taxi. Así hasta día de hoy.

— ¿Ha cultivado alguna afición?
— Sin duda: la música. Para mí, la música siempre ha sido mi válvula de escape. Además, he tenido la suerte de vivir unos años en los que he visto las aperturas de la mayoría de discotecas en Ibiza, Es Paradís o el Éxtasis en el 75, Amnesia en el 76 (¡no veas lo que olía eso a porro!) el Ku en el 78... Creo que, menos Pachá, las he visto nacer a todas.

— ¿Cuándo le llegó su pasión por la música?
— Me llegó muy pronto. En el 69 hice una colección de cromos, ‘Fabulosos de la canción’ (hice otras muchas colecciones de cromos: ‘Vida y Color’, ‘La conquista del espacio’...). También me gustaba mucho el deporte, como a mi hermano, que tenía un transistor para escuchar los partidos y que, cuando se iba, usaba para sintonizar emisoras musicales. Sin embargo, el momento más importante fue cuando mi hermano convenció a mi padre para que me comprara un tocadiscos. Un Dual Belor que todavía conservo. Creo que fue uno de los días más felices de mi vida.

— ¿Recuerda el primer disco que se compró?
— Claro. Lo primero que me compré fue el sigle de ‘The Sweet’, ‘Blockbuster’. El primer LP fue el ‘Hot August Night’ del 72 de Neil Diamond. A día de hoy, tengo unos 2.500 LPs, unos 1.600 entre singles y EPs y alrededor de 2.000 CDs.

— ¿De tantos discos, cuál salvaría de un incendio?
— Si hubiera un incendio tendría el disgusto de mi vida. Sin embargo, el primer LP que me compré, el de Neil Diamond, que fue el primero que me enamoró de la música. Lo descubrí gracias a mi amigo Toni Serra, que tenía tocadiscos antes que yo y lo escuchábamos en su casa. Hay una música para cada momento de la vida. Cuando estás triste escuchas una música, cuando estás alegre otra y, cuando estás eufórico, pues le das caña y te pones a los Rolling o The Who.

— ¿También frecuenta conciertos?
— Sin duda. Otro de los momentos más felices fue cuando fuimos a ver a Neil Diamond a París en 2015. Aunque todavía no he podido ver a The Who, ya tengo entradas para el próximo 14 de junio en el Palau Sant Jordi. Hablando de las alegrías de mi vida, tengo que contarte que, en el 74, en la discoteca San Francisco, conocía a Dolores, con quien me casé en el 81 y con quien tuve a Sandra y a Fran, mis hijos. Tenemos tres nietos, Iker y Nil, de Sandra, y Daniel, de Fran.

— Usted preside la Asociación Retro, ¿cómo surgió esa idea?
— La idea surgió en el 96, cuando cuatro matrimonios que lamentábamos no poder ir a ningún lado donde escuchar nuestra música. Un día me fui a hablar con el dueño del Koppas y le convencí de que me dejara llevar mis discos un día y nos lo pasamos pipa. Después empezamos a organizar un guateque cada año en el Mélody. De allí surgió la idea de montar una asociación, con Joan Tià y la AA. VV. Es Molí, arreglamos los estatutos. Conocí a Miquel Botja y le comenté lo de la asociación. No pasó ni media hora cuando me llamó la concejala de fiestas, Lidia Prats, y me ofreció organizar un guateque. ¡Me puse el jersey en la cabeza como los futbolistas!, esa fue la primera edición y la primera gran fiesta de ese tipo que se hizo en Sant Antoni. El año que viene hará 25 años. A partir de allí hemos hecho muchas más cosas, hemos traído a grupos como Medina Azahara, a Karina, Tenessee, la paella musical, la feria del disco...